LA POBREZA COMO SI TAL COSA

En estos 45 años que nos separan de 1975, el año en el que, estadísticamente, hubo la mejor distribución del ingreso y la riqueza argentina, se ha construido la pobreza como ‘objeto de estudio’. Y en el mismo acto, se ha naturalizado que la pobreza existe…y estará.

Es así que cada uno de los gobiernos, elegidos democráticamente o dictatoriales, hablaron de los pobres, los pobres estructurales, los nuevos pobres, y varias otras definiciones (donde los saberes académicos aportaron lo suyo). Pero la realidad es que la cantidad de pobres creció, y más recientemente creció más, entre ellos, la cantidad de indigentes.

En algún momento, después del 19 y 20 de diciembre de 2001, el diario Clarín publicaba lo siguiente:

“Ahora se sabe que respecto a la desocupación, a la pobreza y al hambre, la Argentina entró al siglo XXI repitiendo las marcas del comienzo del siglo XX, como si todo el siglo se hubiera perdido para siempre. El historiador social Ricardo Cicerchia lo expresa así: ‘Desde 1975 hasta hoy, la descomposición obscena del mundo del trabajo generó un tipo de pobreza holística. Se es pobre porque se carece de todo. Desde entonces, la pobreza y el trabajo se disocian (…) Sabemos que el pan, hasta la década del 40, brillaba por su ausencia. Sabemos que en 1950 eran artículos de lujo los buenos vinos, el jamón, el chocolate y las especias. Sabemos que hasta principios del 70 se portaba con orgullo la pobreza. También sabemos que hoy cientos de miles recorren las calles buscando comida, y que la alimentación de los pueblos recorre los mismos itinerarios de la democracia, y sus cuentas pendientes”.


Este texto de María Seoane fue publicado en el suplemento Zona de la política, la sociedad y las ideas, el 24 de noviembre de 2002, en el marco de un extenso análisis que titulaba “Historia del Hambre: la Argentina produce 300 millones de toneladas de alimentos. Podría dar de comer a una población doce veces mayor que la propia. Pero tiene 20 millones de pobres y ocho millones de indigentes; y el hambre la azota hasta en el cuerpo de sus niños”

Pero como bien señala Seoane en ese artículo, la desocupación histórica no pasaba del 6% y no siempre pobreza fue sinónimo de hambre. Hoy, en Argentina, hay hambre, y los dos últimos empujones hacia la profundización de la pobreza y el hambre tienen el mismo sello: la implantación del neoliberalismo con Carlos Menem- Eduardo Duhalde- Domingo Cavallo (1990-2002), y la era Mauricio Macri- Gabriela Michetti (2015-2019).

Aquella frase de ‘pobres hubo siempre’ le dio categoría bíblica a la invisibilización de la pobreza.

Tal vez por eso el sociólogo e investigador Agustín Salvia, que encabeza el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (¡una institución entera dedicada a la pobreza como objeto de estudio!) clamaba a fines de 2019, apenas se produjo el cambio de gobierno, que había que poner la pobreza en la agenda pública.

Sin embargo, es justo reconocer que el Observatorio de la Deuda Social Argentina había señalado “que hubo alguna mejora durante el ciclo 2010 y 2015” pero a mediados de agosto 2016 se observaba “que se produjo un agravamiento de pobreza por ingreso. Hay 1,4 millones de personas con problemas de alimentación; 7,9 millones de personas con dificultades para ingresar a los sistemas de salud y 7,2 millones de personas sin una vivienda adecuada», añadió.

Tres años después, apenas se cumplieron las PASO de agosto 2019, que marcaron el destino final del macrismo, el propio Salvia aventuraba que “2019 terminará con una pobreza en torno al 38%. Los nuevos pobres son familias de clase media baja que no llegan a fin de mes”.



Lo cierto es que 2019 se despidió con 40,8% de la población argentina en la pobreza (peor que el augurio de agosto de la UCA), y en 2020 todo empeoró.


A pesar de las ayudas diversas que implementó la administración Alberto Fernández- Cristina Fernández de Kirchner, al cerrar el primer año de gobierno los pobres son el 44,2%.

Es decir, para resumir la maraña de porcentajes, que el estallido social y económico de diciembre 2001 dejó 20 millones de pobres, y hoy, casi 2 décadas después, hay más de 18 millones de pobres. Por eso aplica aquí la frase del historiador social Ricardo Cicerchia: como si todo el siglo se hubiera perdido para siempre.


La pandemia, obviamente, agravó todo, porque los principales motores de la economía nacional en pesos (no lo atado a la exportación de agro-industria) se derrumbaron. Según el INDEC, en medición constante de los últimos 15 años, lo que genera pesos, puestos de trabajo y salarios son: la industria manufacturera, el comercio, la actividad inmobiliaria, transportes y comunicaciones, agricultura y ganadería, empleo público, minería y construcción, en ese orden.

Esta última publicación de 2020 de www.purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis, quiere subrayar que no existe ningún otro problema más urgente ni importante a resolver que la pobreza y el hambre, porque como los propios coreutas del universo neoliberal repiten desafinadamente, Argentina es un país donde nadie debe pasar hambre porque puede alimentar a 10 veces su población. En consecuencia, el debate fue y será la distribución de la riqueza.

Quien mejor resumió aquello de la pobreza como ‘objeto de estudio’ (aunque la acción política y de los grupos de poder no hagan prácticamente nada para que deje de ser un ‘objeto de estudio’) fue Emilio Seveso Zanin, en un trabajo de 2014 que denominó “Sobre los estudios de la pobreza en América Latina: hacia un examen holístico de las experiencias”, que fuera publicado por Pacarina del Sur en su número 5, de enero-marzo 2014.

La producción de saberes no puede ser disociada de las tramas históricas que le han dado forma. Cuando hablamos de los estudios sobre pobreza durante las últimas décadas, se instituye un incuestionable enlace entre los puntos de vista asumidos, el sello que impuso el paradigma neoliberal en la región, y los lineamientos políticos propiciados por los organismos internacionales. (…) Como resultado, se ha desarrollado el abordaje de lo social desde una perspectiva atomista y a-histórica, fuertemente economicista y tecnicista, des-tensionando el debate sobre las situaciones de desigualdad y las relaciones de dominación.

La conceptualización del fenómeno de la pobreza se lleva adelante tal como si se tratara de un campo cerrado e integrado, el cual se implica a sí mismo como fenómeno exegético. Se trabaja con el problema “por sí mismo”, mientras que los nexos posibles con la dinámica histórica y estructural aparecen como vedados y sometidos a un ensamblaje ocasional.(…) Esto lleva por lo tanto a, y se conecta a su vez con, un vaciamiento de la dimensión conflictual, ya que no se ponderan los entramados de dominación y las conexiones entre clases que permiten explicar/comprender a la pobreza como una relación social.



«Los lexemas “pobres/pobreza” aparecen aquí como ligados a la problemática de la desigualdad, pero distanciados de las relaciones sistémicas y de clase que implican. De este modo es que (re)producen una explicación atomista de la pobreza, fundamentada como falla, que deposita en los sujetos afectados la explicación y génesis del problema. Las desigualdades, en sus diversas formas, no pueden ser sorteadas echando mano a la explicación de una “falla transitoria” que ha de ser superada.

En tensión, el fenómeno de la pobreza debe ser interpretado como expresión y saldo de las acciones expropiatorias / depredatorias que el sistema capitalista ejerce bajo sus diversas manifestaciones históricas posibles, tanto a escala global como local.

Lo que aquí puede ser nombrado como el «orden de expulsión», supone considerar una dirección de análisis que engloba, demarca y define aquello que generalmente es estudiado como el contexto de la desigualdad ceñido a «la pobreza».



Recuperar los contornos multidimensionales de la pobreza (sociales, económicos, culturales y políticos) supone reconocer la conflictividad entre clases, considerando como nodo interpretativo no solo los procesos de estructuración sistémica que envuelven la distribución diferencial y asimétrica de bienes, capitales y recursos en su historicidad, sino también los múltiples nexos e implicancias entre las posiciones dominadas y dominantes».


Las imágenes corresponden a la obra de la artista plástica Vero Rodríguez, seleccionadas para el Salón de Artes Visuales 2016

3 comentarios

  1. Excelente!! Lástima que nuestra sociedad, tal como lo manda el ideologismo global, rompe con esa articulación estructural que puede explicarla y niega el principio de violencia excluyente, propio de un capitalismo dependiente, desarticulado, insensible a la destrucción ecológica, a las migraciones mundiales y a una sicología de pacotilla, tan del siglo XXI. Necesitamos darle sentido a otra sociedad, a otra economía, a las utopías!!!!

    1. Muchas gracias Cristina por tu sensibilidad y tu aporte. Gracias también por divulgar nuestra revista. Confiemos en un 2021 más justo para todos

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