RUSIA 1917- CENTENARIO DE LA PRIMAVERA ROJA

PRIMAVERA ROJA

Nada es real, salvo la revolución

(Lenin, citado por Andrés Rivera en “La revolución es un sueño eterno”)

Escribe Pedro Cazes Camarero, especial para purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis

A comienzos del año 1917, lo que por entonces se llamaba La Gran Guerra y que hoy conocemos como Primera Guerra Mundial, andaba por su tercer año. La alianza formada por los imperios prusiano y austríaco peleaba en dos frentes: en occidente, se desangraba en las trincheras luchando contra los ingleses y franceses; por el lado oriental, oscilaban las líneas de combate en la infinitud del imperio del zar ruso. Los germanos se habían metido solitos en ese lío en 1914, convencidos de la omnipotencia de sus fuerzas armadas. Por otro lado, asomaba la posible participación de los Estados Unidos, enfurecidos por el hundimiento del buque Lusitania por un submarino alemán.

En el centro de Europa, en la neutral Suiza, centenares de exiliados políticos procedentes de diversos países estaban entregados a una actividad tan frenética como impotente, aislados por la conflagración de sus respectivas naciones. Entre ellos existía una importante colonia rusa, liderada sin discusión por Vladimir Ilich Ulianov, conocido como Lenin.

Casa en Zurich donde vivió Lenin

Encabezaba el ala izquierda del Partido Socialdemócrata Ruso, conocida como bolchevique (mayoría), creada en la escisión de 1903 respecto del ala minoritaria denominada menchevique.

Desde el comienzo de la guerra, en los congresos internacionales de los socialdemócratas celebrados en 1915 y 1916 en las ciudades suizas de Zimmerwald y Kienthal (en los cuales participó nuestro compatriota Manuel Ugarte, como delegado argentino y uruguayo, apoyando la posición bolchevique), Lenin no sólo se manifestó contra la guerra, a la que consideraba un gran negocio de los capitalistas de todas las naciones; también impuso la feroz moción de transformar el conflicto “en una guerra civil europea contra el sistema” que había conducido a semejante carnicería.

La mayoría de los partidos socialistas habían apoyado a las respectivas clases dominantes en esta aventura bélica. Sin embargo, en Alemania los líderes Rosa Luxemburgo y Carlos Liebnecht se hallaban en la cárcel por exigir la paz, y en Francia, Jean Jaures había sido asesinado por fanáticos chauvinistas.

Después de años de sangre y de miseria, todos los pueblos del continente estaban exhaustos y habían empezado a odiar a los dirigentes socialistas como Kautsky y Plejanov, antes muy prestigiosos, que se empecinaban en continuar la guerra.

En la atrasada Rusia, la situación era aún peor; masas incontables estaban sometidas a la miseria para mantener funcionando la máquina bélica. Los obreros industriales, los campesinos  y sus familias sufrían verdadera hambre. Millones de soldados, reclutados a la fuerza, eran conscientes de que eran sacrificados en el altar de las ambiciones territoriales del zar, y de las ganancias de quienes hacían negocios con el conflicto. La ira y la indignación cundía también entre las mujeres, los ancianos y demás población no combatiente. Fue entonces, en febrero del año 1917, bajo la espesa capa de nieve del final del invierno, que la revolución empezó.

El 20 de febrero los obreros de Petrogrado comenzaron una huelga masiva contra las intolerables condiciones de vida, pero las consignas se desplazaron  con rapidez al plano político, exigiendo el final de la guerra y de la autocracia. Pocos días después la huelga se extendió a Moscú y otras grandes ciudades. Los obreros recibieron el apoyo de los soldados, quienes repartieron armas entre los insurgentes.

En el alzamiento ocurrido en 1905, los obreros urbanos habían centralizado la lucha a través de un organismo (insólitamente creado por el propio Zar, a fin de aliviar la presión revolucionaria): el soviet, formado por diputados elegidos por asambleas de fábrica y revocables en todo momento. Barridos los soviets por la represión de 1906, resucitaron doce años después y se multiplicaron velozmente. Esta vez los campesinos y los soldados siguieron aquel ejemplo y los soviets proliferaron en todo el país. En pocos días, el pueblo armado desafió al poder zarista y éste se derrumbó. La cúpula de señores feudales, altos oficiales y magnates percibió el irrevocable fin de la autocracia y colocó en su lugar a un gobierno provisional formado por políticos profesionales procedentes de los partidos supuestamente progresistas, liberales y socialdemócratas, todos favorables a la guerra. Encabezado por el príncipe Lvov, ese gobierno proclamó la intención de conducir al país hacia una democracia parlamentaria.

Los obreros, campesinos y soldados sólo confiaban en sus soviets y el flamante gobierno provisional no estaba en condiciones de disolverlos. El grueso del ejército permanecía en las trincheras combatiendo a los alemanes. La policía resultaba débil y poco fiable. Objetivamente la situación en marzo de 1917 era la existencia de un doble poder: el del gobierno y el de los soviets. Por vez primera, en toda la nación se vivió una libertad completa. Desapareció la censura, la vida política floreció: el periódico bolchevique “Pravda” (La Verdad) se vendía en todas las esquinas, al igual que las publicaciones de las demás organizaciones. Todo el mundo se presentaba a sí mismo como autor y guardián de la revolución, incluyendo a los partidos de la derecha.

Diario de Zurich

El gobierno germano, tres años después de su declaración de guerra, percibió rápidamente el dramático viraje de la situación política acaecida en el corazón de su enemigo oriental. Ellos necesitaban desesperadamente liberar sus tropas en el este para enfrentar a los británicos, los franceses y próximamente a los americanos en el frente occidental.

Una solución rápida sería un armisticio con el gobierno provisional ruso, pero éste se empeñaba en continuar la guerra. ¿Cómo reemplazar ese Ejecutivo hostil por otro pacifista? Lenin era el dirigente socialista ruso más prestigioso y había mantenido por años, de manera inclaudicable, su posición contraria a la guerra, pero se encontraba recluido en Suiza. Un nuevo gobierno ruso liderado por él aceptaría sin vacilar un armisticio. En el peor de los casos, su influencia podría paralizar parcial o totalmente la actividad bélica. Pura ganancia para los alemanes.

Cuando éstos llegaron a Suiza con su maquiavélica oferta de autorizar el viaje a Petrogrado de Lenin, éste se encontraba en estado de frenesí. Estaba en general al tanto de los sucesos de febrero, pero su red de contactos con Rusia era débil y poco fiable, y carecía de cualquier método práctico para atravesar Alemania y llegar personalmente allí. En una rápida negociación, aceptó la oferta y un pequeño contingente bolchevique (los mencheviques rehusaron aceptar la invitación) ascendió al tren que los germanos pusieron a su disposición.

• Suiza y Zurich han dado un lugar especial a este acontecimiento histórico que tiene un lugar de privilegio en museos, espacios culturales diversos y la televisión. Entre las actividades, se organizó revivir la salida del mismo tren que llevó a Lenin y a los revolucionarios a Petrogrado, que fue encarnado por actores suizos.  A continuación el momento de la partida:

• Aquí abajo el link de la propia TV Suiza que filmó dentro del tren y a los pasajeros que compraron su pasaje para vivir esa experiencia el 9 de abril. 

http://www.3sat.de/mediathek/?mode=play&obj=65974


El 3 de abril de 1917 (16 del actual calendario), Lenin llegaba a la estación Finlandia del ferrocarril de Petrogrado.

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Leon Davídovich Bronstein (Trotsky) explica en su “Historia de la Revolución Rusa”:

Para el bolchevismo, los primeros meses de la revolución [de febrero] habían sido un período de desconcierto y vacilación. En el Manifiesto del Comité Central bolchevique, elaborado tras la victoria de la insurrección, leemos que los obreros de los talleres y las fábricas, y asimismo las tropas amotinadas, deberían elegir inmediatamente a sus representantes para el Gobierno Provisional… se comportaron no como representantes de un partido proletario que prepara una lucha independiente por el poder, sino como el ala izquierda de una democracia… [ala izquierda que] pretendía jugar por un tiempo indefinido el papel de leal oposición”.

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Los bolcheviques, como explica Trotsky, se encontraban confundidos, porque desde la época de la gran represión de 1906 venían aplicando una estrategia creada por el propio Lenin. Se basaba en su caracterización de la naturaleza de la revolución en Rusia como antifeudal, democrático-burguesa y a la vez, en su creencia de que la burguesía rusa era demasiado débil para encabezarla. Por lo tanto debería ser reemplazada en la conducción revolucionaria por una alianza de los obreros y los campesinos, que de manera sustitutiva, pusiera en práctica las tareas de la revolución democrático-burguesa.

Esta posición se parecía peligrosamente a la de los mencheviques (quienes directamente pensaban que los obreros y campesinos debían apoyar a los sectores privilegiados no monárquicos en su lucha contra la autocracia zarista), aunque daba más espacio a la acción de los trabajadores.

Trotsky, joven presidente del soviet de Petrogrado en el año 1905, después de la derrota de esa experiencia, desarrolló un enfoque diferente que se hizo célebre con el nombre de “revolución permanente”. El también consideraba a la burguesía rusa como un caso perdido, pero sostenía de manera casi clarividente que en la siguiente oleada revolucionaria, la clase obrera se vería impulsada más allá de la revolución democrático-burguesa: iría hacia la revolución socialista.

Después de la revolución de febrero de 1917, era claro hasta para los ciegos que la situación había cambiado por completo. La estrategia de Lenin de una década atrás ya no podía ser aplicada. El zarismo y la autocracia habían desaparecido, y Lenin, un poco forzadamente, declaró en marzo que esas tareas en principio estaban cumplidas. Pero él se hallaba todavía en Suiza, nadie conocía su opinión y la conducción de los bolcheviques había quedado en manos de los exiliados recientemente llegados a Petrogrado: José Djugasvili, célebre con el seudónimo de Stalin, y León Rosenfeld, conocido como Kamenev. Ambos “rengueaban de la pata derecha” y asumiendo la dirección del “Pravda”, con el pretexto de aplicar aquellas indicaciones de Lenin (muy anteriores a febrero) llevaron a los bolcheviques a identificarse con la posición menchevique, esto es, ayudar a la burguesía a consolidarse en el poder y continuar con la guerra. El partido bolchevique se encaminaba al compromiso y la traición, con su base enfurecida pero desarmada políticamente.

Entonces Lenin descendió del tren.


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“Queridos camaradas, soldados, marineros y obreros. Me siento feliz de saludar en ustedes a la victoriosa revolución rusa, de saludarlos como la vanguardia del ejército proletario internacional…no está lejos la hora en que…el pueblo volverá las armas contra sus explotadores capitalistas…ustedes han abierto las puertas de una nueva época”

V.I. Lenin, palabras dirigidas a los trabajadores y militares revolucionarios congregados en la estación Finlandia, el 3 de abril de 1917.

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Una nevada tardía había tapizado de blanco los alrededores de la estación cuando la locomotora humeante se detuvo. En la plataforma se había congregado una pequeña multitud.  Kamenev y Stalin ascendieron al vagón de Lenin. Prudente, Kamenev se ubicó detrás del georgiano. Lenin saltó furioso de su butaca y tomó a Stalin de la solapa.

Pepe, ¿Qué mierda han estado publicando en el Pravda?”

Perplejo, Stalin levantó las cejas. Detrás de él, Kamenev balbuceó:

Vladimir Ilich, hemos aplicado tus directivas de noviembre del 16…”

Martov, quien había llegado con Lenin desde Suiza, preguntó por sobre su calva:

“¿Ustedes se enteraron de la revolución de febrero?”

Detrás de Kamenev apareció el delegado del soviet, Cheidse, con un ramo de rosas blancas.

Camarada Lenin, te damos la bienvenida…”

Lenin le arrancó las flores y se las pasó a Nadezda Krupskaia. De su bolsillo extrajo unos papelitos. Se los puso a Kamenev en la mano.

Mañana las quiero publicadas en el Pravda”.

“¿Con qué título?”

Lenin vaciló un momento.

Ponele Tesis de Abril” ordenó.


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TESIS DE ABRIL

«1. En nuestra actitud ante la guerra, que por parte de Rusia sigue siendo indiscutiblemente una guerra imperialista, de rapiña -también bajo el nuevo gobierno provisional de Lvov y cía- en virtud del carácter capitalista de este gobierno, es intolerable la más pequeña concesión al ‘defensismo revolucionario’.

El proletariado consciente solo puede dar su asentimiento a una guerra revolucionaria, que justifique verdaderamente el defensismo revolucionario, bajo las siguientes condiciones: a) paso del poder a manos del proletariado y de los sectores más pobres del campesinado a él adheridos; b) renuncia de hecho, y no de palabra a todas las anexiones; c) ruptura completa de hecho con todos los intereses del capital.

Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas, que admiten la guerra solo como una necesidad y no para fines de conquista, y dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante, explicarles la ligazón indisoluble del capital con la guerra imperialista, y demostrarles que sin derrocar al capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática y no con una paz impuesta por la violencia.

Organizar la propaganda más amplia de este punto de vista en el ejército de operaciones.

Confraternización en el frente.

  1. La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.

Este tránsito se caracteriza, de una parte, por el máximo de legalidad (Rusia es hoy el más libre de todos los países beligerantes); de otra parte, por la ausencia de violencia contra las masas y, finalmente, por la confianza inconsciente de estas en el gobierno de los capitalistas, los peores enemigos de la paz y el socialismo.

Esta peculiaridad exige de nosotros habilidad para adaptarnos a las condiciones especiales de la labor del partido entre masas inusitadamente amplias del proletariado, que acaban de despertar a la vida política.

  1. Ningún apoyo al gobierno provisional; explicar la completa falsedad de todas sus promesas, sobre todo de la renuncia a las anexiones. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de propugnar la inadmisible e ilusoria «exigencia» de que deje de ser imperialista.
  2. Reconocer que, en la mayor parte de los Soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeño burgueses y oportunistas, sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado; desde los socialistas populares y los socialistas revolucionarios hasta el Comité de Organización (Chjeídze, Tsereteli, etc.), Steklon, etc.

Explicar a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión solo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas.

Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor crítica y de esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores.

  1. No propugnamos una república parlamentaría -volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás-, sino una república de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba.

Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia.

La remuneración de los funcionarios, todos ellos elegibles y revocables en cualquier momento, no deberá exceder el salario medio de un obrero cualificado.

  1. En el programa agrario, trasladar el centro de gravedad a los Soviets de diputados braceros.

Confiscación de todas las tierras de los latifundistas.

Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Soviets locales de  braceros y campesinos. Creación de Soviets especiales de diputados campesinos pobres. Hacer de cada gran finca (con una extensión de unas 100 a 300 deciatinas, según las condiciones locales y de otro género, y a juicio de las instituciones locales) una hacienda modelo bajo el control de diputados braceros y a cuenta de la administración local.

  1.  Fusión inmediata de todos los bancos del país en el Banco Nacional único, sometido al control de los Soviets de diputados obreros.
  2.  No «implantación» del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino pasar a la instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets de diputados obreros.
  3.  Tareas del partido:

a) celebración inmediata de un congreso del partido;

b) modificación del programa del partido, principalmente:

b1) sobre el imperialismo y la guerra imperialista,

b2) sobre la posición ante el Estado y nuestra reivindicación de un «Estado-Comuna«

b3) reforma del programa mínimo, ya anticuado;

c) cambio de denominación del partido.

10. Renovación de la internacional.

Iniciativa de constituir una Internacional revolucionaria, una internacional contra los socialchovinistas y contra el «centro»»

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Las “Tesis de abril” no salieron en el “Pravda” del día siguiente.

Por la tarde, en la redacción, Kamenev fumaba un cigarrillo sentado sobre un escritorio de persiana. Entró Stalin.

“Camarada León, ¿fue publicado el artículo de Vladimir Ilich?”

“No”

“¿Se puede saber por qué?”

“Ya sabes que la máquina tiene desperfectos”

“Lenin cree que el desperfecto eres tú”

Stalin quedó mirando a Kamenev en silencio. Éste finalmente apagó el cigarrillo, se levantó y salió.

“Yo siempre he apoyado las posiciones de Vladimir Ilich dijo Stalin, antes de que la puerta se cerrara.

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Las Tesis de Abril se publicaron por fin el 6, y los días subsiguientes en los periódicos bolcheviques de las capitales de provincia. Constituyeron la base de una reconstrucción política: los bolcheviques se convirtieron en comunistas. Así como las huelgas masivas y el alzamiento de 1905 no reflejaban los ecos de las luchas del siglo XIX sino el prólogo de un universo más moderno, el del siglo XX, el partido de nuevo tipo pergeñado por Lenin, con un reducido número de profesionales implacables, constituía el dispositivo requerido por la época de la revolución proletaria. Rosa Luxemburgo, quien fue una furiosa crítica de Lenin al tiempo de la ruptura con los mencheviques (1903) finalmente nos interpela a través de un siglo completo: “consideremos el cuadro vivo de un verdadero movimiento popular surgido de la exasperación de los conflictos de clase y de la situación política que explota con la violencia de una fuerza elemental” (Huelga de masas, partidos y sindicatos, 1917).

Las Tesis de Abril se cuidan de tratar de impulsar la revolución “desde arriba”. Lenin no podía plantearse pasar a la insurrección hasta que los bolcheviques se impusieran en los soviets. Y antes de que esto pudiera hacerse, Lenin debía imponerse en el seno del propio partido bolchevique. Lenin tenía la profunda convicción en una tenaz labor persuasiva sobre las mayorías. En el momento más álgido de la lucha de clases, su voz iluminó a la corriente más revolucionaria en el proletariado. Hasta ahí, hasta esa cúspide podría llegar la humanidad. En escritos sucesivos veremos cuáles son los límites inherentes a ese modelo, que no podía superar las limitaciones propias de su época.♦♦


 Pedro Cazes Camarero– argentino. Director de los periódicos «Estrella Roja» y «El Combatiente» desde 1973 a 1976 / Director de la Revista Crisis- 1988

Un comentario

  1. […] Es que existía cierta complacencia entre los bolcheviques presentes cuando las masas pasaban sobre las órdenes de moderación impuestas por el Partido. Esta conducta esquizoide tenía una explicación. Los militantes tenían fresca la conducta vacilante de los líderes que se disponían a batirse en retirada cuando en febrero estaban a un paso de la victoria; cuando en marzo esos mismos líderes no lograban imponer la ley que fijaba la jornada de ocho horas, la cual fue arrancada al Gobierno Provisional a través de la movilización de los obreros; que en abril, apenas unas semanas atrás, el kadete Miliukov había sido expulsado del gobierno sólo por la acción espontánea de los ametralladoristas, mientras Stalin y Kamenev impulsaban en el “Pravda” la conciliación con los mencheviques hasta que la llegada de Lenin y sus “Tesis de Abril” modificó la línea comunista. […]

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