REVOLUCIÓN RUSA 1917. VERANO ROJO

LOS SUCESOS DE JULIO 1917.

Segunda entrega de la serie a 100 años de la Revolución – Escribe Pedro Cazes Camarero


La primera entrega «Rusia 1917. Centenario de la Primavera Roja», puede leerse en el siguiente link:  http://www.purochamuyo.com/rusia-1917-centenario-de-la-primavera-roja/

  • Intermezzo de los canallas, 1

La tarde caía en el palacio de la princesa Cantacuzène-Spiransky. El espía inglés Robert Lockhart, vicecónsul británico en Moscú y ahora de incógnito en Petrogrado, picoteaba pastelitos “pusinki” en compañía de la anfitriona y del provocador Román Malinovsky, infiltrado de la policía secreta (“Ojrana”) zarista en los sindicatos y la izquierda rusa desde 1909, donde había llegado a ser Secretario General del gremio metalúrgico, diputado de la Duma en 1914 y nada menos que miembro del Comité Central Bolchevique, propuesto por el propio Lenin.

La princesa, nacida como Julia Grant y nieta del General Ulyses Grant, ex presidente de los Estados Unidos, era una cuarentona habituada a tratar con huéspedes extraños, actuando como confidente de la embajada americana a través del consulado asentado en la capital rusa. Una brisa tibia llegaba a través de las ventanas abiertas y las cortinas blancas que ondeaban al atardecer. Hablaban en ruso, en honor a Malinovsky. La dama servía el té.

Lo que no llego a entender, señor Malinovsky inquiría la anfitriona, es cómo llegó a ser liberado por el ejército alemán después de que lo confinaron a un campo de concentración militar”. “Los alemanes están al tanto de mis, ejem… capacidades” explicó el pelirrojo y bigotudo agente de los servicios del Zar. “Necesitaban información e interpretaciones políticas de los sucesos que ocurren en Rusia a partir de la Revolución de Febrero y me propusieron venir a Petrogrado con una identificación falsa”.

Del campo de concentración a los pusinski de Madame Julia” observó Lockhart, sirviéndose otro merengue. Supongo, señor Malinovsky, que su nuevo trabajo de recolección de datos le resultará fácil, dado que posee tantas conexiones políticas y sindicales. Por el contrario, respondió Malinovsky. Los archivos de la ‘Ojrana’ fueron dados a publicidad después de los hechos de febrero, y tanto Kerenski como los bolcheviques están al tanto de mi, digamos, militancia anterior”.

Salutación familiar de la familia del zar

 

Bueno, señores concluyó la princesa, está claro que el señor Malinovsky tiene cerradas sus fuentes de información”. «Así es asintió Malinovsky.

De todas maneras sugirió el inglés, Su Majestad Británica estará muy interesada en escuchar las interpretaciones que pueda ofrecernos de los sucesos conforme éstos vayan ocurriendo”.

«La penetrante mirada del señor Malinovsky resultará muy apreciada también en Washington” comentó la aristócrata, mientras la noche invadía la habitación. El ruso asintió en silencio.


  • Después de febrero, el campo bulle a fuego lento

Nueve décimas partes de la población del imperio ruso vivía en zonas rurales a comienzos de 1917. Según F. Heer, desde 1826 hasta la revolución de febrero (casi un siglo), se produjeron en promedio 26 sublevaciones campesinas por año. Ello reflejaba las duras condiciones de explotación a las que eran sometidos los campesinos por parte del zar y los terratenientes. Aunque en 1861 finalizó la servidumbre feudal, las condiciones de vida empeoraron debido a los impuestos directos cobrados por el Estado a los pequeños propietarios (no a los latifundistas), y la propiedad de la tierra se concentró a expensas de la vieja explotación comunitaria, el mir.

Billete con la imagen del zar

Después del susto generado por la Revolución de 1905, el zar encargó a su ministro Stolypin, tristemente célebre como represor, una reforma agraria basada en la privatización de las tierras comunales restantes, pero los terratenientes no aceptaban ni eso:

“¡Ni una pulgada de nuestras tierras, ni un grano de arena de nuestros campos, ni una brizna de hierba de nuestros prados, ni una rama de nuestros bosques!” sentenciaba poéticamente el conde Saltikov, diputado de la Duma en 1906.

Pero la guerra iniciada en 1914 cambió todo: 10 millones de jóvenes campesinos fueron reclutados y recibieron en las trincheras educación militar primero, y política después. Debido a las privaciones indescriptibles generadas por la conflagración, la ira de las masas campesinas maduraba ya a comienzos de 1917, cuando las mujeres, los obreros y los soldados de Petrogrado derribaron al zarismo y cambiaron el panorama político del país.

Barricadas en febrero 1917- Liteyny Prospekt

Sin embargo, el campo estaba en esa fecha un escalón por debajo del pueblo de las ciudades. Los bolcheviques constituían una insignificante minoría y los trabajadores de la tierra eran leales mayoritariamente al Partido Social-Revolucionario (“eserista”) que era muy numeroso pero heterogéneo y reflejaba cuán lenta resultaba la evolución política del campesinado pobre del imperio. Volveremos sobre esto más adelante.

1er día del gobierno provisional- Febrero 1917- Petrogrado

  • Y en eso llegó León

Debemos recordar tres mandamientos: desconfiar de la burguesía, vigilar a nuestros jefes, depender sólo de nuestra fuerza revolucionaria. Nuestro próximo paso será poner todo el poder en manos de los soviets

León Davidovich Bronstein, “Trotsky”, primera intervención en el Soviet de Petrogrado, 5 de mayo de 1917

El 4 de mayo de 1917, León Trotsky llegó a Petrogrado, un mes después que Lenin. Había estado prisionero de los británicos en Halifax durante ese lapso. Trotsky era recordado por haber sido presidente del Soviet de Petrogrado durante la Revolución de 1905 y una multitud lo recibió entre cánticos y pancartas. Al día siguiente se presentó ante el Soviet. El colectivo lo incorporó, sin derecho a voto, entre vítores y silbidos. Los mencheviques y eseristas constituían el ochenta por ciento de la institución y le eran hostiles. Trotsky y sus ‘meiroyantzi’ (centristas, quienes lucharon años por la reunificación del Partido) habían evolucionado hacia las posiciones leninistas desde el comienzo de la guerra, y se incorporaron de inmediato a las filas bolcheviques. Comenzaron a aplicar sin vacilación las recomendaciones de Lenin, en el sentido de trabajar pacientemente a fin de persuadir a las grandes mayorías que todavía apoyaban a la pequeño-burguesía, hegemónica en el Soviet.

La agrupación liderada por Trotsky constituía un refuerzo invalorable, pues estaba constituida por probados cuadros políticos, experimentados organizadores y lúcidos propagandistas, listos para disputar la conducción de los obreros y soldados en nombre de los comunistas. La Duma, el otro poder existente por entonces, votó un nuevo gobierno que incluía un tercio de diputados representantes de la clase media, esto es, “eseristas” y mencheviques, con lo cual estos sectores quedaron momentáneamente con un pie en el Parlamento -como minoría- y otro en el Soviet, donde constituían una fuerza mayoritaria que deseaba subordinar a este órgano al ejecutivo de la burguesía y los aristócratas monárquicos constitucionalistas.

Campesinas y campesinos rusos. Moscú 1917
  • Los campesinos llegan a la ciudad de la revolución

Todas las tierras pasarán a ser de dominio público, sin indemnización, para ser trabajadas de modo igualitario

Resolución del Primer Congreso Campesino de Toda Rusia, Petrogrado, mayo de 1917

Después de la gran represión sufrida tras la derrota de 1905, el campesinado ruso había quedado muy temeroso de cualquier iniciativa que produjera una nueva oleada de rigor sobre ellos; además, lo mejor de ese sector se hallaba reclutado para la guerra. Pero aunque el campo se incorporó tardíamente al movimiento de febrero, ya en marzo los terratenientes vieron cómo la agitación incendiaba sus latifundios, incendio que no se detuvo hasta octubre, fecha de la gran explosión final.

En simultáneo con la llegada de Trotsky, y aunque el movimiento todavía era incipiente, se reunió en Petrogrado el Primer Congreso Campesino de Toda Rusia. Allí tomó la palabra el propio Lenin:

Votamos por la entrega inmediata de toda la tierra a los campesinos. Para nosotros, lo importante es la iniciativa revolucionaria, la ley sólo será su resultado. Si ustedes esperan que se dicte la ley, se cruzan de brazos y no despliegan su energía revolucionaria, estamos fritos. No tendrán ni ley ni tierra”.

Campesinos rusos 1917

Sin perder tiempo, las resoluciones del Congreso fueron tomadas por leyes y se produjeron expropiaciones en Nizhni-Novgorod, Kazán, Samara y Kaluga. Los propietarios, desesperados, ensayaron vender sus propiedades a testaferros, pero los campesinos exigieron la colectivización o la distribución de la tierra. El gobierno de la Duma les pedía tener paciencia y amenazaba con castigos a quienes tomaran la ley en sus manos. El mes siguiente, el Soviet de Akkerman requisó las tierras sin cultivar y ese ejemplo se diseminó vertiginosamente. Los supuestos representantes de los campesinos, los “eseristas”, intentaban frenar el proceso, mientras los todavía escasos bolcheviques lideraban las expropiaciones. El capital simbólico de los populistas se evaporaba, mientras que los comunistas adquirían prestigio y obtenían paulatinamente la conducción de las organizaciones de base.

¿Qué estaba ocurriendo?

La reforma agraria capitalista no había sido implantada en los primeros años del siglo, cuando ello era factible, porque la débil burguesía rusa no fue capaz de subordinar al zarismo y los terratenientes feudales para la creación de una capa de pequeños propietarios rurales que sirviesen de contención a las grandes masas campesinas. Ahora era tarde, porque los obreros estaban liderando una solución mucho más radicalizada al problema del campo: la revolución agraria, en lugar de una tímida reforma paulatina.

El Partido Bolchevique interpelaba así a los campesinos:

para que toda la tierra pase a manos de los trabajadores, es esencial establecer una estrecha alianza entre los obreros de la ciudad y los campesinos pobres. La tierra no se come. Sin plata no se puede comprar instrumentos de labranza ni semillas. Los campesinos, compañeros, no deben confiar en los capitalistas, sino en los obreros de las ciudades”.

(Carta Abierta de los comunistas al Congreso Campesino)


  • Intermezzo de los canallas, 2

Hacía calor en el elegante café Ivanov de Petrogrado. Por un instante, un parroquiano podría imaginarse que la Revolución de Febrero no había tenido lugar, que había sido sólo una ilusión. Afuera, los tranvías recorrían con estrépito la Perspectiva Nevsky. Adentro, dos modernos ventiladores eléctricos removían el aire cargado de humo procedente de perfumados cigarrillos y de vapor de la máquina de café. El traidor Malinovsky charlaba con el espía británico en un reservado oculto al resto del público.

Grigory Rasputin

Acá le entrego su mensualidad explicó Lokhart y espero que su informe evaluatorio valga los doscientos rublos”.

No le quepa duda afirmó Malinovsky. Aspiro que sus jefes estén conscientes de que estas ideas reflejan lo que efectivamente está ocurriendo, y no mis deseos, sino mis opiniones”. 

Eso nos tiene completamente sin cuidado dijo el inglés, divertido.¿A quién le importan sus aspiraciones? Le pagamos para que nos guíe en medio de esta situación caótica”.

Ambos intercambiaron sobres, y rápidamente Malinovsky se perdió en la tibieza del crepúsculo. Lockhart pidió otro té y comenzó a leer.

Primer Informe de Malinovsky a Su Graciosa Majestad Británica

“Junio de 1917. La situación económica va de mal en peor. La inflación se eleva al cuatrocientos por ciento. El precio del pan se ha triplicado. La producción metalúrgica bajó un cuarenta por ciento. Se racionó el consumo de azúcar. Hay poca carne. El ferrocarril es un caos. La mitad de las locomotoras no funciona. Sólo el diez por ciento de los insumos llega a las ciudades. La patronal ha obtenido beneficios elevados por los negocios de guerra, pero ahora ha declarado un lock out para enfrentar las exigencias obreras. El partido “kadete”, representante de la burguesía, informa que en pocas semanas se generalizará el cierre de las fábricas. Entre marzo y junio interrumpieron su actividad cuatrocientas empresas. Este mes los sectores más atrasados como lavanderas, tintoreros, zapateros y empleados de comercio han entrado en huelga. En cambio, los metalúrgicos (como los de la fábrica Putilov) tienden a contener el movimiento, conscientes que hay que organizarse mejor y que las luchas parciales ya no resuelven nada. Pero la gente está impaciente y exasperada. Incluso empieza a interpelar a los propios delegados bolcheviques. Delegados obreros de todo el país llegan a Petrogrado a pedir que el Estado se haga cargo de las empresas, porque los empresarios han huido o pretenden cerrar. Se multiplican los “comités de fábrica” que controlan la producción. Pero el gobierno no responde ni desea afrontar estos problemas. Crece el número de quienes opinan que hay que cambiar el gobierno y que los Soviets deben apoderarse del poder político. Y así, crece la autoridad de los bolcheviques”.


Asamblea de los obreros de la fábrica Putilov

  • El Congreso de los Soviets: ese partido existe

Tseretelli (Ministro de Correos, dirigente del Soviet, menchevique): En este momento no hay en Rusia ningún partido que diga: dennos el poder, váyanse, nosotros ocuparemos su lugar. Ese partido no existe”.

Lenin (jefe bolchevique):Sí, ese partido existe, somos los comunistas. (Aplausos, risas, silbidos)

Actas del Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia, junio de 1917

Junio fue un mes de congresos.

-El 3 de junio fue el de los Comités de empresas. Éstos habían surgido a partir de los Comités de Huelgas organizados en febrero. Empezaron organizando el proceso productivo y luego la vida cotidiana de los trabajadores, como las guarderías y las actividades culturales. Se reunieron 499 delegados y los bolcheviques obtuvieron 297 votos, o sea que ya eran abrumadoramente mayoritarios. De los Comités de empresas surgieron de inmediato las milicias obreras armadas.

Manifestación 1 de mayo 1917
Manifestación 1 de mayo de 1917

 

-El 21 se reunió el Congreso de los Sindicatos. Los sindicatos legales eran novedosos. Asistieron 211 delegados representando un millón y medio de obreros. Solamente 73 eran bolcheviques, pero sus propuestas casi vencen en la votación.

Los mencheviques, mayoritarios en teoría, sólo obtuvieron una ventaja de 12 votos; la mayoría de sus delegados adhirió a las ponencias comunistas.

-El Congreso de los Soviets fue el acontecimiento magno y duró del 3 al 24 de junio. Se reunieron mil delegados en representación de más de veinte millones de personas. 285 delegados eran “eseristas”, 248 eran mencheviques y sólo 105 eran bolcheviques.

Los eseristas y los mencheviques exigían la subordinación de los Soviets al Gobierno Provisional y la Duma. Los bolcheviques y muchos independientes exigieron todo el poder para los soviets. La mayoría del Congreso aprobó mantenerse en el gobierno provisional, con la burguesía; también se votó a favor de continuar con la guerra, pese al costo en miseria social y vidas humanas. Esta victoria tuvo al poco tiempo un elevado costo político para la mayoría reformista. Los bolcheviques salieron fortalecidos del Congreso, pero conscientes de su relativa debilidad.

1 de mayo 1917 en Petrogrado

  • La contención, una táctica victoriosa

Cualquier movimiento errado por nuestra parte puede arruinarlo todo. Hemos dicho que la única forma posible de gobierno revolucionario es la del Soviet de los diputados obreros, campesinos y soldados. Pero ¿cuál es el peso exacto de nuestra fracción en el soviet, incluso en el soviet de ambas capitales, por no hablar del resto? Estamos en una minoría insignificante. Este hecho no puede ser ignorado. Muestra que la mayoría está protestando, pero todavía le cree a los eseristas y los mencheviques. Por todos los medios están tratando de provocarnos para una acción aislada y apresurada. No les daremos ese gusto. Cuando las masas vean que el gobierno de coalición las está defraudando, vendrán con los bolcheviques, el único partido que no está comprometido con los explotadores. Los hechos no deben ser anticipados. El tiempo está de nuestro lado

Lenin a los bolcheviques, 14 de junio de 1917

… De la misma manera, los distintos aspectos de la revolución, como el nivel de conciencia de las masas, el nivel de organización, la penetración del partido, la inserción de éste a nivel institucional en la Duma y el soviet, y todo ello en un lugar geográfico o en otro, evolucionan de manera desigual. Pero como el fenómeno social es un todo, luego se produce un salto; los factores atrasados pueden combinarse con los más avanzados, y bruscamente alcanzar o superar a éstos

León Trotsky, “Apuntes sobre la ley de desarrollo desigual y combinado”, ca. 1931

El planteo del problema es sencillo. Somos pocos, débiles y desarmados. Debemos convertirnos en muchos, fuertes y armados hasta los dientes

Mao Tse Dong, 1936

Para el 10 de junio, los bolcheviques convocaron a una manifestación pacífica mientras transcurría el Congreso de los Soviets. La mayoría del Congreso recibió esa convocatoria como una amenaza y votó la prohibición de la manifestación, con el pretexto de que los contrarrevolucionarios podrían aprovechar la situación. Era la primera vez desde la Revolución de Febrero que se prohibía una manifestación, por lo cual la decisión resultaba escandalosa. En el fondo, el Gobierno Provisional y los socialistas moderados deseaban poner a los bolcheviques de rodillas. Las alternativas eran acatar la prohibición o enfrentar a la mayoría del Soviet. A pesar de la desesperación de las bases, los bolcheviques suspendieron la manifestación.

Marcha junio 1917- «Paz para el mundo» «Todo el poder al pueblo»- «Toda la tierra para el pueblo»- «Abajo los ministros del capitalismo»

La dirigencia menchevique y eserista cometió entonces una increíble insensatez. Decidida a rematar la influencia bolchevique, convocaron a una contra- manifestación para el 18 de junio, en favor de la continuación de la guerra y del gobierno provisional que mantenían con la derecha. La manifestación fue enorme y superó el medio millón de participantes. Pero en las pancartas sólo se expresaban las consignas bolcheviques: “todo el poder a los soviets”, “no a la guerra”, “fuera los ministros capitalistas”. Las bases populistas y socialdemócratas estaban más avanzadas que sus representantes. Durante julio, esa situación nueva pondría a prueba la sabia táctica de contención inspirada por Lenin.


  • Se pudre todo

Lejos de agradecer el papel de “bombero” contra el incendio revolucionario, cumplido por los reformistas, una vez recuperada del soponcio de febrero, la derecha dura impulsaba su propio programa a la luz del día.

El Comité Central del Partido Kadete era el centro de la reacción. Se había constituido también el “Comité de la Asociación de Oficiales” representando a cien mil cuadros militares. También se constituyó la “Asociación de Soldados Cosacos”, con la misma orientación. El Comité Provisional del parlamento les servía de cobertura legal. Todo ello se encontraba financiado por nuestro ya conocido Lokhart y Cía., representantes consulares de la Entente, a fin de que Rusia se mantuviera en la guerra contra Alemania. Aunque la Duma lanzó una convocatoria a Asamblea Constituyente para septiembre, nadie la tomó en serio debido a que los kadetes la sabotearon. Mientras, la derecha exigía al gobierno que pusiera en cintura a los campesinos díscolos, que desplegaban sin consultar a nadie la revolución agraria. La famosa ofensiva militar proclamada desde marzo no terminaba de acometerse, así que Kerenski hizo lo que pudo y atacó… Finlandia. Los soldados entraron en estado de exasperación. El presidente del Soviet, Tseretelli, estaba ya tan desacreditado como Kerenski.

La ley del desarrollo desigual de los fenómenos sociales, enunciada por Trotsky, se verificaba claramente. A pesar de que básicamente los problemas sufridos por la población eran parecidos en todas partes, la combatividad de los obreros y soldados de Petrogrado se acentuaba vertiginosamente, mucho más rápido que en Moscú y el resto del país.

Soldados rusos. Junio 1917- A favor de la paz

Si se producía un estallido revolucionario espontáneo en la capital, el Gobierno Provisional (con la complicidad de la fracción mayoritaria de Soviet, encabezada por Tcheize) podría ahogarlo en sangre con tropas extraídas de Moscú u otras zonas.

Era preciso aguardar a toda costa, que la maduración política de la periferia se pusiera al mismo nivel que en Petrogrado. Pero eso no era sencillo. Hasta los obreros de base más disciplinados de la capital comenzaban a perder la paciencia, incluso con el Partido Bolchevique. Los anarquistas levantaban cabeza. Cada fábrica sufría su propio conflicto. A comienzos de julio, los trabajadores empezaron a recibir el embate de los llamamientos frenéticos de las tropas. Hasta entonces los regimientos estaban más bien bajo la influencia de los suburbios proletarios. Ahora, con la presión gubernamental para reiniciar la guerra, los alarmados soldados estaban más impacientes que los obreros. Los regimientos de ametralladoras visitaban las fábricas llamando a la insurrección.

Desesperadamente Lenin exhortaba desde el periódico bolchevique Pravda (“La Verdad”) a los obreros y soldados de Petrogrado a que esperaran a que las reservas pesadas se pusieran al lado de la capital. Los bolcheviques de Viborg, meneando la cabeza, se lamentaban entre sí: “ahora somos los bomberos”.

〉    El 23 de junio los delegados de Cronstadt exigieron al Ministerio de Justicia que pusiera en libertad al grupo de anarquistas de Petrogrado, que había sido detenido en Durnovo, amenazando con asaltar la cárcel.

〉   El 26 de junio, el batallón de fusileros de la Guardia llegó en delegación. Se negaban a participar de la nueva ofensiva  decidida por Kerenski. El bolchevique Anotonov-Obseienko (quien tuvo un rol destacado más adelante) dirigía la actividad política en la escuadra del Báltico. Antiguo seguidor de Trotski, era consciente de la necesidad de esperar, pero alertó a la conducción de que el estallido era ya inevitable.

〉   El 1 de julio, los Granaderos detuvieron al presidente del Comité y organizaron una reunión en la que se les impidió hablar a los mencheviques.


  • Clandestinidad, 1

Lenin está enfermo” informó Kamenev. “Qué cagada” comentó Zinoviev. “¡Justo ahora!”. Hay algo peor” dijo Stalin. “Kerenski se ha puesto de acuerdo con la inteligencia británica para lanzar una campaña destinada a acusarlo de agente alemán”. “Hay que esconder al jefe” opinó Trotsky. Miró a Stalin, quien asintió. El georgiano se levantó y abrió la puerta de la habitación. “Antonov-Obseienko” llamó al pasillo. El joven oficial llegó en pocos segundos. Stalin le puso un brazo sobre los hombros. “¿Dónde está el jefe ahora?” En la casa del obrero Smirnof, de la Putilov”.

Llevate a Vladimir Ilich a Finlandia. Escóndelo y que lo vea un médico” ordenó Stalin. Antonov-Obseienko miró a Trotsky, quien asintió.


  • Se rompen los diques

El 3 de julio por la mañana, el Comité del Regimiento de Ametralladoras se encontraba reunido, cuando irrumpieron en la sala decenas de soldados enfurecidos. Exigían la dimisión del colectivo. Golovin, un bolchevique de bigotes grises que confirmaban muchos años de servicio militar, intentó tranquilizar a los combatientes. En el exterior, se concentraban centenares de automóviles y camiones cargados de soldados que ondeaban banderas rojas. Entre los uniformes apareció un hombre desgreñado y vestido de civil. Era el anarquista norteamericano Bleichman. Interrumpiendo a Golovin, exigió con voz estentórea y marcado acento extranjero, que las masas de militares se lanzaran a la calle con las armas en la mano.

El bolchevique Nevsky, quien conocía al sujeto, intentó hacerlo razonar: ¿con qué organización, cuáles serían los objetivos? En otras ocasiones, este tipo de preguntas lograba descolocar al anarco-individualista, insensato, pero que no era un provocador. Pero en esta oportunidad, su respuesta desatinada: La calle nos organizará. Nuestro objetivo es el poder provocó un asombroso aplauso generalizado entre los ametralladoristas.

Es que existía cierta complacencia entre los bolcheviques presentes cuando las masas pasaban sobre las órdenes de moderación impuestas por el Partido. Esta conducta esquizoide tenía una explicación. Los militantes tenían fresca la conducta vacilante de los líderes que se disponían a batirse en retirada cuando en febrero estaban a un paso de la victoria; cuando en marzo esos mismos líderes no lograban imponer la ley que fijaba la jornada de ocho horas, la cual fue arrancada al Gobierno Provisional a través de la movilización de los obreros; que en abril, apenas unas semanas atrás, el kadete Miliukov había sido expulsado del gobierno sólo por la acción espontánea de los ametralladoristas, mientras Stalin y Kamenev impulsaban en el “Pravda” la conciliación con los mencheviques hasta que la llegada de Lenin y sus “Tesis de Abril” modificó la línea comunista.

Así que el cónclave se transformó en asamblea y el bullir de las masas pasó por sobre las consignas partidarias. Fue para nosotros una sorpresa cuenta Podvoiski, de la Organización Militar Bolchevique, cuando llegó a las siete de la tarde un mensajero informando que los ametralladoristas se habían lanzado de nuevo a la calle”.

Pero eso no era todo.

Los soldados habían disuelto el Comité de Regimiento y en su lugar habían elegido un “Comité Revolucionario” conducido por el teniente Semaschko. También habían enviado delegados a los demás regimientos y a las grandes fábricas. Se iban construyendo redes nuevas, autónomas, espontáneas, entre los militares y las fábricas. En situaciones álgidas como las que se describe, se crean representaciones improvisadas, nuevas formas de enlace y nuevos centros de acción, que no son permanentes, sino para las circunstancias del momento. Como explica Trotsky en su Historia de la Revolución Rusa, la situación varía tan velozmente que aún una organización tan ágil como el Soviet se retrasa inevitablemente y las masas se ven obligadas cada vez más a crear órganos auxiliares para las necesidades del instante.

Después de los sucesos de julio, la policía informaba así acerca de los actos del teniente Semachko: Exigía automóviles en las fábricas, los armaba con ametralladoras y los enviaba al Palacio de Gobierno y otros sitios, indicando el trayecto que debían seguir; sacó personalmente el regimiento a la calle; se presentó al batallón de reserva del regimiento de Moscú, con el fin de incitarle a secundar la acción, lo cual consiguió; prometió a los soldados del regimiento de ametralladoras el apoyo de  la organización Militar Bolchevique, manteniendo el contacto con sus líderes, y envió patrullas para vigilar las inmediaciones de la “Casa de Kchesinskaia” donde se ubica la mencionada Organización”.

En el cuartel de los ametralladoristas, se repartían armas y explosivos entre los voluntarios y se instalaban ametralladoras de a tres por camión. En las fábricas ocurría lo mismo. En la metalúrgica Putilov, a las dos de la tarde ya habían llegado los delegados de los ametralladoristas y se realizó una asamblea de 10 mil operarios. Los bolcheviques, desbordados, propusieron que se consultara al Partido, pero a las seis de la tarde llegó un camión lleno de obreros y soldados con la noticia de que el barrio de Viborg ya se había puesto en movimiento hacia la casa de gobierno ubicada en el Palacio de Táurida. La asamblea se lanzó a la calle y los bolcheviques, que no podían dejar a los obreros librados a su suerte, decidieron acompañar a los manifestantes, aun contrariando las órdenes del partido. Por todas partes se armaban los jóvenes de la Guardia Roja, a quienes los soldados dieron rápidas lecciones sobre el uso de los fusiles. Las jornadas de julio habían comenzado.


  • Traigan a Lenin

De un lado, al sur y a la distancia, el rumor del Mar Báltico bajaba desde las copas de los pinos. Del otro, muy cerca, el burbujeo del lago se deslizaba sobre el césped, entre los troncos manchados de los abedules. Sobre una mesita ubicada al aire libre, Lenin tipeaba con dos dedos en una flamante máquina de escribir, negra y plateada. Un pedazo irregular de hierro, procedente de un antiguo proyectil, le servía de pisapapel. Hacía calor y desde los helechos de la ribera llegaba el aroma de las ruskolijas, que manchaban de naranja el verde homogéneo de la hierba. Entre las ramas que daban sombra al escritorio improvisado, se escuchaban los trinos de los zarapitos.

Por el camino de tierra, un gran automóvil se acercó levantando polvo y se detuvo junto a la tranquera de troncos y alambre. Nadezhda Krúpskaya salió a la puerta de la cabaña, parpadeando por el resplandor. Del auto bajaron Kamenev y Antonov-Obseienko, éste portando en su cadera una voluminosa cartuchera Máuser. Se acercaron a Lenin a través del sendero, bajo la luz del mediodía. Kamenev  tomó asiento en la única silla libre, mientras el más joven se acomodó sobre el césped, a la sombra del abedul más cercano. Desde la cabaña llegó Inessa Armand. Traía una bandeja con agua fresca y unos vasos. Llevaba un Winchester 30-30 terciado a la espalda. Kamenev fumaba en silencio, mientras Lenin lo contemplaba con una sonrisa irónica.

“¿Ya está mejor, Vladimir Ilich?” preguntó Antonov-Obseienko desde el suelo.

Perfectamente”, contestó Lenin, mirando a Kamenev. “Más o menos” contradijo Inessa Armand, mientras servía el agua fría.

Espero que pueda volver de inmediato a Petrogrado, camarada Lenin” le espetó Kamenev. “El secretariado lo necesita con urgencia”.

“¿Ya no existe peligro?” preguntó Inessa.

Al contrario, camarada Armand” explicó Kamenev, transpirando bajo la chaqueta. “Pero los soldados y obreros han escapado del control del Partido y necesitamos que Vladimir Ilich los contenga”.

Lenin, con las manos en los bolsillos, caminó por el césped hasta Antonov-Obseienko, que bebía sentado junto al árbol. “¿Trotsky qué dice?” preguntó. A sus espaldas, Kamenev repuso: “El camarada Lev Davídovich  es quien más insistió para que usted regrese en seguida”. Antonov- Obseienko asintió sin hablar.

Un rato después, el automóvil se alejó por el camino polvoriento, bajo la mirada de las mujeres. “Ayudame a entrar la máquina de escribir” pidió Krupskaya. “Yo llevaré los apuntes. Después sacá la moto del galpón”. “¿A dónde vamos?” preguntó Inessa Armand, mientras levantaba con dificultad el mamotreto, caliente por el sol, pero sin abandonar el arma. “A Helsinki. Tengo que hablar con el médico de Lenin y llamar a Petrogrado. Y dejá el rifle en la cabaña, que el jefe ya no está aquí”.


El Zar Nicolas II y familia
  • Intermezzo de los canallas, 3

Malinovsky caminaba despreocupadamente por las amplias aceras junto al Neva, esquivando las mesitas de hierro cubiertas de manteles blancos donde la clase media procuraba olvidar la guerra que respiraba en la nuca de todas las familias rusas. Mujeres y ancianos, sobre todo, bebían té helado y comían pancitos con manteca bajo grandes sombrillas de colores. Los soldados se entremezclaban con los mozos de los cafés, paseando por las terrazas llenas de sol.

Un enorme automóvil Rolls- Royce se detuvo ante él, justo cuando empezaba a atravesar la avenida. Por la ventanilla de mica transparente montada en la capota de lona, Robert Lockhart le hizo señas para que subiera al negro vehículo. El provocador se acomodó junto al inglés, rodeado por el aroma inconfundible del cuero de Rusia. El chofer se hallaba separado de los asientos traseros por un vidrio, por lo que podían hablar con seguridad.

La situación se complica” comentó el inglés.

Ya se lo avisé” dijo Malinovsky, sonriendo.

Nos gustaría que se complicase un poco más” dijo pensativo el británico, ofreciendo a Malinovsky un paquete de tabaco turco.

Mi contrato es como consultor” observó el ruso, aceptando el cigarrillo.

“Nos gustaría ampliar sus servicios y sus honorarios” ofreció Lockhart. Malinovsky esperó en silencio. “Nos conviene que el gobierno se pelee con las manifestaciones, pero los bolcheviques contienen a los obreros y soldados para evitar enfrentamientos”, explicó Lockhart. “No podemos esperar a que la artillería pesada se pase al lado de los comunistas”, continuó. “Hay que liquidarlos antes de que eso ocurra”.

El Gobierno Provisional es demasiado cobarde para hacer eso”, observó Malinovsky.

Ahí es donde aparece usted”, sonrió Lockhart. “En la próxima marcha, debe atacar a los manifestantes y también a las fuerzas del gobierno”.

«Entiendo” asintió Malinovsky. “El  objetivo es que se desencadene la guerra civil lo más pronto posible” le recordó el cónsul, entregándole un grueso sobre de dinero.

He hecho esto antes”, lo tranquilizó Malinovsky. “Ya lo sé”, afirmó el inglés, despidiéndolo. El Rolls-Royce se marchó.

La cola para el pan en Tomsk. 1917

  • La disputa de las calles, 1

El bolchevique Tomski, con media vida transcurrida en las cárceles zaristas, muy respetado entre soldados, increpó airadamente a éstos: “¡En estos momentos, no se puede hablar de acción, tontos, si no se desea una nueva revolución!”

Los bolcheviques sabían que en poco tiempo, la famosa ofensiva militar de Kerenski se hundiría y la situación política en los cuarteles estaría a punto de caramelo. Había que dar tiempo a que los conciliadores terminaran de desacreditarse. Pero ya no quedaba tiempo. Llegaron los regimientos de ametralladoras y los de Moscú, y abuchearon a los más respetados oradores comunistas. Desde abajo del balcón del palacio sólo se escuchaban gritos de “Fuera”. Detrás de los soldados, aparecieron los obreros en multitudes incontables, con la consigna: “¡Todo el poder a los soviets!”. Eran las banderas de junio, ahora impulsadas por las bayonetas. La cosa no daba para más.

El Comité Bolchevique de Petrogrado resolvió acompañar a la multitud, incitando a una manifestación pacífica al Palacio de Gobierno. La manifestación se lanzó a la Perspectiva Nevsky, bajo la consigna consabida gritada mil veces. Miles de ojos los observaban desde las mansiones y las calles de la zona burguesa. La consigna más odiada por los oficiales era sin duda “abajo la guerra”. Al principio intentaron convencer a las masas de que estaban bajo una provocación germana. Pero la multitud llegaba en oleadas incontenibles, que aplastaron a los oficiales que intentaban parlamentar más amablemente. Algunos grupos de “Caballeros de San Jorge” trataron de quitarles las pancartas a la cabeza de la manifestación. Empezaron a sonar disparos, que no se sabía de dónde procedían.

4 de julio 1917- Petrogrado- Los manifestantes de refugian de los ataques

  • Intermezzo de los canallas, 4

Malinovsky, vestido como un obrero metalúrgico, había estado muy ocupado durante la tarde. Con el contenido del sobre de Lockhart había comprado algunas ametralladoras usadas y un par de fusiles en el mercado negro. Luego distribuyó las armas por los techos de algunos edificios a lo largo de la Perspectiva Nevsky. Finalmente reclutó algunos suboficiales retirados, inclusive heridos convalecientes, furiosamente anticomunistas, o por el contrario, anarquistas fanáticos partidarios de la “acción directa”, y los fue ubicando con órdenes contradictorias, en las posiciones donde estaba el armamento. Todo lubricado con algunos billetes y abundante vodka. En el momento en que había logrado apostar su último agente, un comandante cosaco retirado por cojera, tras las puertas de un depósito ubicado en una calle lateral, los obreros de Putilov irrumpieron por la avenida, enarbolando grandes pancartas rojas con letras doradas: “todo el poder a los soviets”.

Entonces todo se precipitó.

El cosaco, uniformado de punta en blanco, las condecoraciones lustradas colgando en el pecho, vio a los obreros y enloqueció. Se precipitó sobre la ametralladora, apuntó hacia la calle y lanzó una ráfaga al azar sobre la multitud. Por un instante, Malinovsky quedó paralizado. Esperaba que el oficial atacara a la movilización cuando él se hubiera alejado del lugar. Afuera, algunos heridos por el cosaco habían caído, mientras los Guardias Rojos irrumpían por el portón blandiendo bayonetas. La vieja ametralladora se trabó. El cosaco extrajo su enorme sable de caballería y, renqueando, cargó sobre los Guardias Rojos gritando: “¡Malditos espías alemanes!”. Malinovsky, fríamente, desenfundó su revólver y le disparó por la espalda, ante la mirada asombrada de los militantes bolcheviques. “¡Muera el Gobierno Provisional! ¡Todo el poder a los soviets!” gritó Malinovsky, mientras le metía una segunda bala entre los ojos al cosaco rengo, por si las moscas. El provocador salió con los Guardias Rojos a la avenida, mientras algunos de sus secuaces, desde los techos, comenzaban a tirotear a la manifestación, y los soldados se lanzaban al suelo y contestaban el fuego, sin ton ni son.

Una columna cosaca, arrastrando tres cañones, irrumpió en la Perspectiva Nevsky al trote de sus caballos. Antes de que los soldados de la manifestación pudieran salirles al cruce, los anarquistas fanáticos apostados en los techos por Malinovsky los rociaron con una lluvia de plomo y los cosacos comenzaron a caer.

  • La disputa de las calles, 2

Un oficial atacó a la manifestación en el cruce de la calle Vertinskaya y fue fusilado en el acto” fue el informe del obrero Petrov al Comité militar Bolchevique.

En el Palacio de Táurida habían logrado, entretanto, que grandes columnas de soldados procedentes del frente de batalla fueran trasladados a la capital. En la central bolchevique, Lenin repetía desde el balcón una y otra vez, frente a una multitud cambiante, su discurso a la vez ardiente y contenido. Las horas transcurrían y a la madrugada, la multitud extenuada comenzó a retornar a Viborg y a los cuarteles.

El objetivo de los bolcheviques, impedir que la manifestación se convirtiera en una revolución frustrada, se había cumplido.

Bajo el balcón de Lenin desfilaban las columnas del ejército regular, con sus cañones y ametralladoras, rumbo a la Casa de Gobierno. Adentro, bajo una desnuda lamparita eléctrica, el secretariado bolchevique descansaba en sus sillas destartaladas, alrededor de una mesa con manteles de papel de periódico. Se devoraban hogazas de pan, algunas latas de conservas de carne abiertas con una bayoneta y bebían té en tazas desconchadas, servidas de un abollado samovar humeante. Lenin, sentado al revés en un sillón de terciopelo destripado, ofreció un vasito de vodka a Trotsky, quien apoyado en la mesa casi no lograba mantenerse en pie por el cansancio.

Qué te parece, Lev Davidovich… ¿ahora nos fusilarán?” inquirió el jefe bolchevique. Trotsky observó que Stalin los miraba, de pie y con las manos a la espalda. Incapaz de proferir palabra, Trotsky levantó una ceja, señalando a Lenin, pero mirando al georgiano. Stalin, también sin hablar, asintió.

Se asomó por la balaustrada de la escalera y llamó con voz ronca. Un minuto después, Antonov-Obseienko apareció en el hueco, y sin terminar de ascender los escalones, contempló al grupo del Secretariado. Cruzó la mirada con Stalin, quien apoyado en el barandal no podía enderezarse por completo por la postración. Luego descendió por la escalera y a los pocos instantes, dos fornidos soldados bolcheviques se llevaron a un Lenin que protestaba débilmente…

Kerensky
  • Interregno de los canallas, 5

En la salita de reuniones del Palacio Táuride, Cheidse, Tseretelli y Kerensky también estaban muy cansados, pero felices. Un frasquito de vodka circuló entre los tres jefes centristas.

Tengo malas y buenas noticias” “La mala ya la conozco” dijo Kerensky. “Lenin volvió a escapar”.

“¿Y la buena?” preguntó impaciente Cheise, entre traguito y traguito.

Tseretelli, con una sonrisa, dejó que transcurrieran unos segundos de suspenso y dijo, despreocupadamente: “Tenemos a Trotsky”.

Kerensky, acodado en la baranda del balcón, observaba el trajín de los soldados que custodiaban la sede del gobierno. “¿Qué les parece, los bolcheviques están liquidados?” Tseretelli meneó la cabeza. Cheidse dijo: “Yo creo que sí”. Tseretelli reflexionó: “¿Y quién volverá a defendernos contra los “Kadetes”?”.

 Luego de un silencio, Kerenski dijo: “Mañana sin falta hablo con Lockhart”.♦♦


 Pedro Cazes Camarero– argentino. Director de los periódicos «Estrella Roja» y «El Combatiente» desde 1973 a 1976 / Director de la Revista Crisis- 1988


La primera entrega «Rusia 1917. Centenario de la Primavera Roja«, puede leerse en el siguiente link:  http://www.purochamuyo.com/rusia-1917-centenario-de-la-primavera-roja/

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