UNIVERSIDADES Y PANDEMIA: SIN INTERNET NO HAY CURSADA

La pandemia vino a poner sobre la mesa si es posible dar un salto en el modo que hasta ahora tuvo la educación universitaria. Ningún sector estaba preparado para la no-situación áulica: ni los estudiantes, ni los docentes, ni el aparato administrativo.

Esto, que saben y lo ven todos los integrantes de la vasta trama de universidades nacionales y de institutos universitarios, remite a una utopía que funciona para la educación como para cualquier asunto colectivo: siempre se sueña con un ‘momento cero’ desde donde arrancar con todo prolijito y articulado, pero esa sociedad no existe. La sociedad ya está en marcha, la sociedad societiza a diario, y hay que moverse en ese magma.

Que la gran mayoría de los que pueblan la vida universitaria tengan un dispositivo, sea una pc, una notebook, netbook o celular, no implica que los docentes o administrativos, ni tampoco los alumnos y alumnas, sepan usar todos los recursos que esas herramientas les permiten.

¿Qué porcentaje de la comunidad universitaria (docentes, alumnos, no-docentes) sabe crear un texto, compartirlo, marcarlo, insertarle imágenes o cuadros, hacer capturas de pantalla, hacer búsquedas avanzadas en la web, enviar textos, preparar encuestas breves o exámenes multiple choice? Por otro lado, no está probado que un buen y sabio uso sea garantía de mejor enseñanza / aprendizaje. Es, precisamente, una herramienta, un medio, no el saber en sí mismo.

Internet, la computadora, el celular, la digitalización y cierto grado (ahora obligado) de educación virtual no es el problema. Tal vez permita un salto enorme en el conocimiento. Tal vez.

Las preguntas entonces nos llevan a pensar qué conocimientos pueden vivir en la virtualidad, y cuáles están (y probablemente estarán) centrados en la presencialidad.

Por cierto, esto martilla sobre una realidad: la pandemia vino a poner en crisis los recursos didácticos imaginados; vino a poner en duda cuánto los docentes fueron preparados en cada distrito para usar las herramientas en el aula o a distancia; vino a sacudir la modorra de los directivos y los planificadores, y también elevó el nivel de alarma a naranja, en lo que refiere a disponibilidad real de una computadora para estudiar, y por sobre todo, a la desigualdad en el acceso a internet. Porque, aunque suene banal, aun si la institución universitaria estuviera preparada para la virtualidad, sin una conexión de calidad en el hogar, todo es un castillo de naipes para los y las alumnas. La historia de la educación en Argentina ha sido atravesada por la lucha por la gratuidad y la universalización. La nueva batalla es por los recursos didácticos y su saber-usarlos, y por el derecho a la comunicación / conectividad.

También hay que poner en cuestión el esquema tradicional, que trabaja sobre la idea de la ‘carga horaria’. No porque la transmisión y elaboración de contenidos y su resultado, el aprendizaje, no precisen de determinadas cargas horarias. Sino porque la mayor carga horaria, per se, no es garantía de buena enseñanza y/o aprendizaje. El acceso a contenidos on-line, el modo en que pueden archivarse y transmitirse, impacta sobre lo que se conocía acabadamente, es decir, los tiempos ‘analógicos’.

¿Cómo combinar, entonces, las tradiciones con los dispositivos electrónicos y la virtualidad?

Las respuestas no pueden ser monolíticas. Situación situada, individuos y colectivos en contexto. Ese es un trampolín indispensable para pensar esa, digamos, dicotomía. Precisamente ahí es donde entran a manifestarse los pliegues de las diferentes ciencias, que requieren, cada una, de sus recursos. Para poner dos ejemplos extremos, de los muchos que podrían darse: no hay investigación de laboratorio sin acceder al laboratorio o al microscopio, pero también es cierto que una comisión de Trabajos Prácticos de 15 o 20 alumnos puede tener una clase y tutoría virtual para avanzar con el análisis de un texto (siempre bajo la suposición de que todos tienen acceso a internet). En el primer caso, con o sin conexión, el conocimiento es imposible, eso es indiscutible.

Cuadernos de Crisis / www.purochamuyo.com salió a buscar respuestas a algo de todo lo que está pasando en el ámbito universitario, el cual aunque interese poco o nada a los diarios y portales que hablan de la pandemia, abarca a millones de familias.

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El 6 de mayo, la mayoría de los docentes nucleados en la Asociación de Docentes de la Universidad Nacional de Luján, hicieron un paro de 48 horas. Reclamaron por la sobrecarga laboral que significa la modalidad virtual, con trabajo en horarios y días extra; exigieron un reintegro de $ 5000 para cubrir los gastos en concepto de abono mensual de internet, luz y otros insumos elementales que pagan en sus domicilios para poder sostener la cursada. También reclamaron capacitación gratuita, y el acceso a internet absoluto y efectivo sin consumo de datos, así como la entrega de equipamiento tecnológico para todos los/as estudiantes de la UNLu. “No queremos una universidad que expulse a sus estudiantes ni que profundice las desigualdades sociales”, sostuvieron.

Federico Vita, secretario general de ADUNLU explicó: “Los docentes estamos poniendo lo mejor de nosotros, y toda la infraestructura disponible de nuestro domicilio para sostener a la universidad en el dictado de las asignaturas. Estamos haciendo lo que podemos con una sala improvisada en nuestro hogar, con condiciones deficientes, y a veces teniendo que ver los horarios en los que se conectan nuestros hijos u otro integrante de la familia, para no superponernos en el uso de internet”.

Esta protesta no hizo otra cosa que escuchar el reclamo de los estudiantes. En una inédita asamblea virtual a fines de abril, de la que participaron cientos y cientos de estudiantes, hubo consenso en que en estos términos y con las carencias que muchas y muchos tienen, hablar de ‘cursada’, es una fantasía.

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Para saber de primera fuente hasta qué punto la problemática los implicaba, dialogamos con 10 estudiantes de la carrera de Licenciatura en Trabajo Social, hombres y mujeres de entre 25 y 58 años, que respondieron a 5 preguntas.

El 60% sostuvo que para ellxs sostener la cursada es un problema por dificultades en la conexión a internet

El 40% declaró que carece de una computadora para sí y para poder estudiar como desearía

El 80% afirmó que las carreras humanísticas tienen un componente de trabajo grupal/ presencial que la emergencia, y esta cursada, disloca y la hace inviable (la respuesta más frecuente fue “es necesaria la interrelación con compañeros, la carrera implica trabajo grupal”)

También el 80% remarcó que las tutorías y el trabajo del docente es determinante y no lo están recibiendo, y hasta señalaron “considero que ellos también hacen un esfuerzo para adaptarse a esta modalidad” o “estamos haciendo las cosas a ciegas y no aprendemos nada”

Sin embargo, y a pesar de todo, el 70% se mostró dispuesto a una cursada y evaluación excepcional en el período agosto 2020 – marzo 2021 “para no perder el año o la materia”, y “no echar por la borda todo el esfuerzo realizado”, aunque objetaron las condiciones edilicias para cursar y rendir en verano

Tanto los docentes de la Universidad Nacional de Luján en su pliego de reclamos, como el alumnado, parecen apuntar a dos nudos: sostener que esta cursada es ‘normal’, y que los problemas de conexión e interrelación para una carrera humanística no pesan, es falso.

La conducción del Centro de Estudiantes, en tanto, pidió la readecuación del calendario académico al finalizar el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio dispuesto por el PEN.

“Exigimos que al retomar las clases presenciales la gestión garantice todas las medidas de higiene y salubridad necesarias, y que se considere y mantenga todo lo trabajado por les estudiantes en las materias que se continúan ‘cursando’”. Enfáticamente, la dirigencia estudiantil rechazó la continuidad de las “clases virtuales” sin evaluaciones, tal como lo votó el Comité de Crisis de la universidad.

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En la Universidad de Buenos Aires, la multiplicidad de Facultades y carreras hace imposible dar un cuadro general de las resoluciones de cada una. La Facultad de Ciencias Sociales donde se cursan las Licenciaturas en Ciencias Políticas, Sociología, Ciencias de la Comunicación, Trabajo Social, Relaciones del Trabajo, y Profesorados conexos, el Comité de Crisis concluyó (atinadamente) que “los talleres y seminarios con trabajo de campo de duración cuatrimestral, cuyos profesorxs a cargo consideren que no puede ser abordado a través de las tareas a distancia, deberán ser reprogramados y cursados en los cuatrimestres siguientes”.

En el caso de la UBA se habla como fecha temprana del inicio de clases el 8 de agosto, no antes.

No obstante, la Facultad de Sociales prevé que, con el formato que designe cada cátedra, pueda haber un examen final o coloquio obligatorio donde se puedan evaluar los conocimientos adquiridos por los estudiantes durante el ‘acompañamiento virtual pedagógico’.

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¿Y en Rosario?

El Rector de la Universidad, Franco Bartolacci, accedió a las preguntas de www.purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis, que apuntaron a los mismos temas por los que consultamos a los alumnos de la UNLuján.

Sostuvo que “tanto como a la sociedad, a la Universidad esto la tomó de sorpresa. Para una universidad como la de Rosario, que no tiene una tradición de virtualidad, y que además tiene todas sus carreras acreditadas como presenciales, significó un enorme desafío. Nosotros definimos salir adelante con lo que denominamos ‘un proceso de acompañamiento pedagógico virtual’ con el objeto esencial de sostener el vínculo y acompañar a los estudiantes”.

Bartolacci señaló “para nosotros no era lo mismo volver cuando podamos recuperar la presencialidad, habiendo hecho todo lo que estamos haciendo ahora, que sin haberlo hecho, en el mientras tanto. Por lo tanto, nos pusimos a trabajar en lo que, significó prácticamente, una revolución tecnológica. El campus virtual que era visitado por menos de 500 personas por día se transformó en una plataforma virtual llamada “Comunidades” que ahora visitan entre 40 y 45 mil docentes y estudiantes a diario”.

La UNR tiene en total 80.000 estudiantes repartidos en 12 facultades.

  • El tema del acceso a internet en el territorio santafesino es un problema concreto. Hay 2000 escuelas sin conectividad, lo que implica que unos 380.000 alumnos no acceden a internet en el aula, más aún: el 30% de los hogares de la provincia de Santa Fe, no tiene conexión.
  • La exclusión social informática es una barrera que la pandemia pone a la luz, y que sacudirá los cimientos de lo que es exigible a las empresas de comunicación, y al rol que los organismos estatales tienen en su control y cumplimiento. Plantear una educación virtual sin garantizar el servicio es impensable.

En ese sentido, el Rector de la UNR declaró que “la Beca Conectar es un programa destinado a garantizar un módem de manera gratuita, con abono pago por un año, para todos los docentes, estudiantes y personal no docente, que deberían realizar actividades administrativas y académicas, y no podían porque no tenían conectividad en su hogar; hemos trabajado en muchas dependencias para tratar de aportar dispositivos a quienes no lo tenían…un enorme esfuerzo para poner todos los recursos de la Universidad de Rosario a disposición de la comunidad en este momento, y garantizar ese desafío del acompañamiento pedagógico virtual.”

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