ARSÉNICO GO HOME

Agua “no tratada” es un eufemismo prolijo de agua contaminada. La reciben pobladores en las provincias de Salta, en el Chaco Salteño y en la Puna. Y es un fenómeno no natural que incluso afecta a toda una cuenca en la Pampa Húmeda donde el agua no solo está contaminada con arsénico: llega de a gotas.

El consumo prolongado del arsénico a través de agua contaminada expone a las personas a desarrollar cáncer, principalmente de vejiga, hígado o esófago. Es una de las consecuencias de la enfermedad llamada HACRE (Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico). Además, durante un embarazo, sus efectos pueden traspasar la barrera placentaria y producir daños neurológicos irreversibles en el feto.

El CONICET tiene un Instituto de Investigaciones para la Industria Química donde hace años se viene trabajando para encontrar una solución al agua no tratada y acaban de presentar un sistema de purificación que el poblador del Norte argentino pueda manejar y lo ubicaron en escuelas de la región.

“Son sistemas de filtración con arena y hierro (incorporado en forma de clavos, alambre o viruta de acero) en el que el arsénico se fija sobre una capa de óxido, producida por el hierro al estar sumergido en agua, y la arena lo retiene”, explicó a la Agencia CTyS, Mónica Farfán Torres, investigadora independiente del CONICET en el Instituto de Investigaciones para la Industria Química.

A partir de la innovación, los científicos llevan el agua a un nivel que la gente pueda consumirlo y le proveen los repuestos y sustancias especiales necesarias para realizar el tratamiento. Además, el dispositivo es económico porque está fabricado con elementos de industria nacional y suministra mil litros diarios de agua purificada.

Farfán Torres argumenta que la instalación y capacitación se realizan en las escuelas porque a su alrededor crecen los asentamientos poblacionales y funcionan como fuentes de abastecimiento. A su vez, los investigadores se encuentran trabajando en una columna de filtración hogareña para llevarla a casas aisladas (en la región de la Puna hay una casa por kilómetro).

Tan lejos, tan cerca

Sin embargo, la batalla contra el arsénico lleva años en Pehuajó, Carlos Casares, Bragado, Alberti, Chivilcoy, Junín y Chacabuco, localidades de la provincia de Buenos Aires en las que el problema es conocido.

El 24 de septiembre de 2010 nació una ONG denominada “9 de Julio-Todos por el Agua”. Julia Crespo y Juan Kersich armaron la primera reunión que convocó a cientos de personas, con el objetivo declarado de demostrar que había arsénico en el agua. Y ahí empezaron a movilizarse y a concientizar con carteles, hablando con la gente en las calles y explicando que el agua que proveía ABSA– Aguas de Buenos Aires Sociedad Anónima (empresa provincial cuyo capital es 90% del estado y 10% pertenece a los trabajadores) estaba envenenada.

Mientras, hacían los análisis: recibían las muestras de orina de los vecinos y completaban una planilla por cada persona en una sede que llamaron “la casita”. Después mandaban todo a analizar a la Universidad Nacional de Rosario, y el resultado llegaba por mail.

“Conseguimos donaciones de empresas y comercios e hicimos cerca de 200 análisis, el 70% de esa gente tenía altos los niveles de arsénico”, relataba al matutino La Nación, Julia Crespo.

Dicen, irritados, que el jefe de ABSA en la ciudad había declarado que “el arsénico está en todos lados, en el cigarrillo, en la tintura del pelo”. Analía Canusso, que no cumplió los 60, es parte de la organización “9 de Julio-Todos por el Agua” y tiene HACRE. Los exámenes de orina determinaron que llegó a tener un 67% de arsénico, y ahora está jubilada por incapacidad.

En 2017 la provincia de Buenos Aires debe ajustar su actual límite de 0,05 mg/l de arsénico por litro de agua y pasar a 0,01, que es lo que establece el Código Alimentario Argentino aprobado en 2007. El periodista Fernando Delaiti, especialista en problemáticas bonaerenses, señalaba que un informe del Consejo Federal de Entidades de Servicios Sanitarios (Cofes), que reúne a empresas públicas y privadas de buena parte de las provincias argentinas, indica que unos 4 millones de argentinos, casi el 10 por ciento de la población, se encuentran en situación de riesgo por consumir agua con contenidos de arsénico.

Si bien el origen del arsénico es natural y está relacionado con el vulcanismo cordillerano, en la Provincia de Buenos Aires su origen es bien otro: plaguicidas y fundiciones que lo esparcen, lo vierten, lo hacen circular, y matan.

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