WICHÍS: LOS COLONIZADORES SIGUEN MATANDO

Dice en El Tribuno de Salta el periodista Miguel Escalante “la nueva droga de los pueblos originarios del Chaco salteño se llama nafta. Hasta hace poco era la marihuana la moda de la juventud. Ingresaba casi gratis para los aborígenes. Luego hubo quienes traficaban pasta base para los wichí y un día los dejaron sin esa droga que fue sustituida por los pegamentos, y ahora por las naftas. Hoy el robo de gasolina es lo más frecuente. Ingresan a una casa para romper la manguera de un tanque de motocicleta para llevarse quizá dos litros de nafta. Esas prácticas provocaron incendios y quemados. Cinco o seis chicos quemados en pocos días”.

Eran adolescentes que compartían un bidón de nafta, encendieron un cigarrillo y hubo una explosión. Esos chicos no estaban peleando, sino compartiendo nafta, estaban drogados con nafta. La droga más común en el pueblo es justamente la nafta, porque es más económica y más fácil de conseguir”.

El 11 de octubre se conoció que José Campos, un adolescente adicto, residente en la localidad de Gobernador Juan Solá (departamento Morillo, Salta) murió como consecuencia de las graves quemaduras que sufrió cuando se hallaba bajo los efectos alucinógenos de la nafta y una intoxicación por alcohol etílico.

La profesora Patricia aseguró que José estaba consumido por las naftas y el alcohol, y que su acto final pudo incluso tratarse de un suicidio brutal. Se prendió fuego en su domicilio de la comunidad wichí de La Cortada, frente a vecinos y familiares que nada pudieron hacer para evitar que decidiera poner fin a su calvario de una manera que no puede soslayarse”.

Los principales caciques de las diversas comunidades aborígenes del municipio no callaron y elevaron las quejas a las autoridades de la provincia de Salta para que pongan fin a la venta libre de alcoholes, naftas y drogas de todo tipo, que en pocos meses han convertido a muchos jóvenes wichí en discapacitados tanto físicos como mentales.

Las naftas como sustancia alucinógena -graficó la docente- se cobraron solo en el pueblo la vida de cuatro chicos, que resultaron quemados, pero también otros tantos se encuentran discapacitados en sus miembros superiores, sobre todo por las quemaduras sufridas en los accidentes que se producen cuando están drogados con esta sustancia”.

Los maestros de la zona sostienen que la adicción a la nafta y al alcohol puro rectificado, de 90 grados, la sufren seis de cada diez chicos en edad escolar o de colegio secundario.

La pregunta obvia es ¿por qué?

Puede ser por la constante violencia contra su modo de vida y su cotidiano. El 22 de enero de 2018, unos desconocidos prendieron fuego a una de las aulas de la escuela Nº 4820 de misión wichí Rivadavia Banda Sur, y arruinaron bancos, sillas, armarios con útiles, libros, tazas y otros utensilios que estaban en su interior; y además, quedó dañada la instalación eléctrica,el cielorraso, los ventiladores, vidrios y paredes por el calor y el fuego. La Dirección de la escuela denunció en esa ocasión (hace 9 meses) “no es la primera vez que sufrimos vandalismo y ya se han hecho exposiciones en la dependencia policial zonal, pero no se tomaron cartas en el asunto”.

Puede ser porque el 28 de junio, en un operativo conjunto de 40 efectivos de la División Operaciones del Departamento de Delitos Ambientales de la Policía Federal Argentina y la Gendarmería, con una camioneta Traffic blanca y otra del tipo 4×4 además de un helicóptero que sobrevolaba el lugar, irrumpieron en la comunidad «La Avispa», ubicada en el nordeste de la provincia de Salta, para cumplir con una orden de allanamiento solicitada a través de un exhorto por el Juzgado Federal N°12, Secretaría N°24 de la CABA, por un conflicto entre finqueros y supuestos propietarios.

Allí residen ocho familias pertenecientes a la etnia wichí, y el cacique Modesto Rojas, coordinador general del pueblo wichí, denunció que “en las viviendas esposaron hasta por cuatro horas a la gente, destruyeron objetos, agredieron a miembros de la comunidad, dieron vuelta colchones mientras insultaban a las mujeres wichí tratándolas de ‘sucias’”.

Los efectivos de la fuerzas de seguridad que dependen de la ministra Patricia Bullrich secuestraron (¿robaron?) el «manto sagrado del cacique», una pieza, consistente en una piel de tigre yaguareté, que posee una enorme relevancia espiritual, cultural y ancestral para los miembros de la comunidad.

Puede ser, como le dijo el cacique Tomás Bassuco, de la comunidad wichí ‘La Esperanza’ a la ministra salteña de Asuntos Indígenas y Desarrollo Social, Edith Cruz que el consumo de alcohol se está dando con mayor frecuencia. Eso fue tras el suicidio de Rolando Torres, de 19 años, habitante de la comunidad «Las Avispas», quien se quitó la vida hace unos meses. Rolando trabajaba ‘limpiando el monte con machetes o cortando palos para venderlos o leña para carbón, y los finqueros le pagaban con alcohol”.

El cacique Modesto Rojas afirmó que el chico de 19 años había quedado muy atemorizado tras el allanamiento que sufrieron por parte de los policías federales y gendarmes, y que este temor fue determinante para que decidiera quitarse la vida, dado que creía que podía ser detenido u obligado a trasladarse a la ciudad de Buenos Aires, ya que quedaron involucrados en una causa federal por denuncias cruzadas entre finqueros, que son los titulares registrales de la tierra donde estaba el joven, en la Comunidad La Avispa, cuando se hizo el operativo.

Puede ser porque la ministra Edith Cruz visitó también las comunidades wichi de Zopota, El Escrito, El Desemboque, todas del departamento San Martín y tuvo que entregar “un refuerzo alimentario”. Esas comunidades vivían del corte de madera y la quema de carbón, y ahora han sido advertidos de que no deben continuar con esta práctica y no tienen de que vivir. 

Puede ser como señala Daniel Ávalos, en el portal www.cuarto.com.ar tras visitar la comunidad de El Caburé que los wichí peregrinan para ‘legalizarse’. “Obtener del Estado provincial en 1998, tras años de trámites engorrosos, una personería jurídica que legalizara la existencia comunal; y acceder en 2003 las siete hectáreas en donde se salpican los ranchos. Un documento certifica que los familiares de María del Carmen Uanini -propietaria de esas tierras- cedían el uso de la parcela a la comunidad en calidad de comodatarios. Los residentes en El Caburé, en definitiva, están obsesionados por el documento escrito porque son conscientes de que el vacío legal los vuelve invisibles para el Estado y una forma más de luchar contra la amenaza de extinción consiste en probar documentalmente la existencia de esa patria chica, ese coto particular, único y exclusivo de siete hectáreas, en el que no pueden cultivar por orden expresa de los propietarios.

Puede ser que 12 de octubre para los wichí es todos los días: entre los desmontes, la indiferencia y el deambular permanente para ser visibles, pareciera que sólo les quedan las changas y los planes sociales…o beber hasta desaparecer.♦♦

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.