EL CUENTO DE LOS ESPÍAS CHINOS

  • Escribe Darío Bursztyn

La web está viviendo una crisis de confianza inédita, casi como cuando los individuos pierden confianza en su moneda nacional, o en la solvencia de los bancos, o en la honestidad de los dirigentes. Convengamos que es una crisis nueva porque hace 100 años que en todas las latitudes las sociedades han cíclicamente perdido la confianza en su moneda, en los bancos o en la dirigencia, pero internet es en sí un fenómeno de comunicación (y producción) mundial demasiado reciente.

Michael Sulmeyer de la revista Foreign Affairs sostiene que la pretensión de horizontalidad y comunicación par-a-par de internet está tropezando con el mayor de todos los fantasmas: la pérdida de confianza. ¿Por qué? Porque hay pruebas cotidianas y sabemos que todo puede verlo, escucharlo, grabarlo y utilizarlo alguien, sea el poder del estado o las corporaciones privadas para comerciar con la data…o ambos en conjunto. El pacto tácito de privacidad es el que implosionó. Pero la dinámica de los intercambios personales y sociales, así como de la producción que ahora es des-territorializada, nos hace imposible imaginar un cotidiano sin internet. O sea: el problema no es la web sino quiénes alojan la información que está en la ‘nube’ y qué uso le dan. El poder está ahí, y en consecuencia ahí está el gran nudo de conflicto del siglo XXI.

hay pruebas cotidianas y sabemos que todo puede verlo, escucharlo, grabarlo y utilizarlo alguien…el pacto tácito de privacidad es el que implosionó

Si bien la internet nació como un programa militar del Pentágono, y luego se expandió para conectar a por lo menos la mitad de la población mundial, ese ‘proyecto norteamericano’ tendría hoy otro liderazgo en el ciberespacio: China.

Ese es un punto de partida para entender algunos datos que van y vienen en las noticias: el 1 de diciembre de 2018 en Vancouver, Canadá, fue detenida Meng Wanzhou, la Gerente de Finanzas de la corporación china Huawei, a pedido de EE.UU. Unas semanas más tarde, el 11 de enero, detuvieron en Polonia a un empleado de Huawei acusado por espionaje. Luego, el 28 de enero, el Departamento de Justicia de Estados Unidos presentó cargos acusando a la empresa china de violar sistemáticamente las sanciones norteamericanas contra Irán, y robar secretos comerciales de su socio norteamericano, T-Mobile.

En paralelo está la sucesión de títulos-catástrofe en los medios de EE.UU. con el 5G (una tecnología que permitiría acelerar hasta 10 veces las comunicaciones móviles) que lanzó China y asustó a todos los que quedaron rezagados, incluida Europa occidental. De hecho Austria, Bélgica, República Checa, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Irlanda, Holanda, Portugal y Lituana lanzan el 5G este año. Y finalmente, dentro de todo este barullo, está el asunto de lo que permite y prohíbe China que se vea en su país de los contenidos que produce Occidente…

Michael Sulmeyer sostiene «desde su creación el ciberespacio ha sido reconocido como un nuevo escenario para la competencia entre países. En Estados Unidos, hace tiempo que se viene advirtiendo sobre un «ciber-Pearl Harbor», un ataque digital masivo que podría paralizar la infraestructura crítica del país sin que se dispare un solo tiro». “Los estados -dice- están utilizando las herramientas de la guerra cibernética para piratear bancos, entrometerse en las elecciones, robar propiedad intelectual y paralizar empresas privadas. El resultado es que aquello en lo que el mundo confía para el intercambio económico e informativo, se ha convertido en un campo de batalla activo».

@janoon028

En Estados Unidos, hace tiempo que se viene advirtiendo sobre un «ciber-Pearl Harbor», un ataque digital masivo

El gobierno venezolano de Nicolás Maduro ha denunciado exactamente esto con los repetidos apagones masivos que afectaron en 2019 a su país. La guerra cibernética es tan sofisticada que puede paralizar una nación sin disparar un tiro. Y algo de eso sucedió con los ‘apagones’ de WhatsApp y Facebook… Un sueño (?) Citizen Kane: dominar desde un escritorio, apretando “enter” en un teclado o incluso programar que ese daño ocurra mientras el pergeñador duerme plácidamente su siesta a 3.000 km de distancia.

QUÉ HACE CHINA Y POR QUÉ TRUMP IMPONE CADA VEZ MÁS SANCIONES

El presidente Xi Jinping es quien impulsa que China sea cuanto antes una superpotencia cibernética, y construir un sistema impregnable con innovación tecnológica. En el marco de este inicio de reparto de poder mundial que lucía unipolar después de la caída del Muro de Berlín, aspira a algo más: que las regulaciones de la web no dependan de una Convención internacional (deudora de los Estados Unidos), sino reglas y controles surgidos en su país. Eso mismo es lo que quiere Rusia.

China creó en 2012 la Agencia Ciberespacial (C.A.D. por su sigla en inglés) la cual tiene la responsabilidad de controlar los contenidos online, reforzar la ciberseguridad y desarrollar la economía digital. Dentro de los objetivos está reducir su dependencia digital y de equipos de comunicación de otros países. Xi Jinping lo dijo sin tapujos en 2018: “Las iniciativas de innovación y desarrollo deben quedar resguardadas, en nuestras propias manos”.

Así, el gobierno de la R.P. China impulsa la ciber-soberanía como un principio organizador de la gobernanza en internet, en directa oposición a la proclamada idea norteamericana de una internet global y abierta. Para Xi, se trata de “el derecho de cada país a elegir independientemente su propio camino de desarrollo cibernético, así como su modelo de regulación, y de fijar políticas públicas de internet, sin dejar de participar en la gobernanza internacional del ciberespacio, en un pie de igualdad”. Traducido, China impulsa un mundo de internets nacionales, con derechos soberanos de los estados sobre las mismas.

China postula el derecho de cada país a elegir independientemente su propio camino de desarrollo cibernético

En ese camino, en 2015 construyó los lineamientos para que la industria de microchips de China alcance el 70% de autonomía para el año 2025. Tremenda meta para apenas una década. Para ello, el estado subsidió a empresas locales e incluso extranjeras para que compren solamente a productores chinos. Un proyecto al que asignó 150 mil millones de dólares para diseñar y fabricar microprocesadores de última generación.

En paralelo, China compró diversas tecnologías en el extranjero. El Rhodium Group, una empresa de investigación y seguimiento de inversiones, indicó en un informe que publica Adam Sigal en el Washington Post, que China entre 2013 y 2016 hizo 27 ofertas para comprar compañías norteamericanas de semi-conductores, por un valor total de 37 mil millones de dólares. Antes de la creación en 2012 de la CAD -Agencia Ciberespacial sólo había intentado 6 compras y por 214 millones de dólares, a lo largo de una década. Sin embargo, numerosos de esos nuevos intentos fueron bloqueados por el gobierno norteamericano argumentando cuestiones de seguridad (léase: una empresa privada no pudo decidir embolsarse el dinero tras ser adquirida por una empresa extranjera, en este caso china, por cuestiones de seguridad estatales). Los ejemplos más notorios fueron las ofertas por Latttice Semiconductor por la que ofrecieron 1300 millones de dólares, y Fairchild Semiconductor, por la que ofertaron 2400 millones de dólares.

@janoon028

Las Universidades de Oxford y Cambridge en conjunto con otras instituciones publicaron en 2018 una investigación elaborada por 26 personalidades, a la que denominaron “The Malicious Use of Artificial Intelligence: Forecasting, Prevention, and Mitigation”

Naturalmente que no habla solamente de China, pero dada la importancia de la que hoy es la segunda economía del mundo, y además el principal financista de unos 50 países cada vez más alejados de la órbita del Banco Mundial y del FMI, lo que haga el gobierno chino, importa.

Según el informe, hay tres tecnologías que son las que más le interesan al gigante oriental en pos de configurar la seguridad ciberespacial: los semiconductores que ya mencionamos, la computación cuántica, y la inteligencia artificial. Los circuitos integrados (o microchips) son parte constitutiva esencial de cualquier dispositivo tecnológico. En 2014 China importó en ese ítem por valor de 228 mil millones de dólares (el 90% de lo que precisa), una cifra bien superior a lo que gasta en importar combustibles, según la consultora McKinsey.

De ahí su necesidad de adquirir las empresas productoras, y por eso aquella decisión de Xi Jinping de reducir su dependencia de componentes, en especial de Estados Unidos.

¿QUÉ PASÓ EL 9 DE MAYO DE 2019?

La foto congelada no muestra la película: si bien pasó desapercibido, en marzo 2019 Estados Unidos decidió bloquear el servicio de China Mobile desde las redes de comunicación, alegando que “es claro que esa aplicación representa un sustancial y serio problema para la seguridad nacional”, en palabras del titular de la FCC – Comisión Federal de Comunicaciones, Ajit Pai.

Ahora, Brendan Carr, el Delegado por el partido Republicano en la Federal Communications Commision- FCC pidió que las Agencias de Seguridad federales investiguen a dos empresas de comunicaciones chinas, China Unicom y China Telecom que desde hace 20 años operan en red con EE.UU. aduciendo que todo ha cambiado desde aquel entonces, y aseveró “hay informaciones de que China Telecom está hackeando el tráfico de Estados Unidos y redirigiéndolo hacia China”. Algo parecido dijo el representante Demócrata en la FCC, Geoffrey Starks, pero no fue tan lejos como para pedir que les revoquen el permiso de operar.



en marzo 2019 Estados Unidos decidió bloquear el servicio de
China Mobile

Lo que sucede es que ahora se chocan con un monstruo real: EE.UU. ha tenido la posición dominante, central, en internet, y eso le ha reportado relevantes beneficios en temas de inteligencia, militares y obviamente económicos: desarrollo de routers, servers que guardan información, teléfonos y computadoras, y el software que permite acceder a Internet. Eso es lo mismo que vieron en el gobierno chino: las compañías tecnológicas son una fuente de dinamismo económico y poder, por lo cual desean controlar a los gigantes tecnológicos…y desde ese lugar ‘pivotal’ poder acceder y recolectar información.

Alertas por esta ola gigante, Australia podría bloquear a Huawei como proveedor de móviles de quinta generación, los 5G, y Washington prohibió la venta de los smartphones Huawei y los ZTE en las bases militares de EE.UU. El asunto es que todo está tan trenzado en esta vasta economía capitalista global que ZTE es el cuarto productor mundial de smartphones, pero depende de los microchips norteamericanos…

No conformes con lo que ocurre fronteras adentro y con presionar a los aliados en Europa, el gobierno de Donald Trump giró sobre sus talones para presionar a América Latina, porque México y Argentina planean utilizar la tecnología 5G a partir de 2020 y Brasil en 2021. Pero el caso de Brasil tiene un condimento especial: la empresa china Huawei ya inauguró en el estado de San Pablo un laboratorio de ‘Internet de las cosas’ y abrirá antes de diciembre de este año una planta ensambladora de smartphones. En ese sentido, el presidente de ultra derecha Jair Bolsonaro enfrenta un problema sobre el que no puede aventurarse una conclusión. Hace muy poco, logró firmar con USA unos convenios que una parte del establishment brasileño se trazó como geopolítica hace décadas: cooperación profunda en el área de Inteligencia, que los fabricantes de tecnología y pertrechos bélicos puedan ser proveedores del Pentágono, y que desde marzo ostente la cocarda de ‘mayor aliado extra-OTAN’ de los Estados Unidos. Todo eso podría desvanecerse en el aire si no frena a Huaweiy su 5G en Brasil.

En esto no hay inocentes, o buenos y malos.

Los servicios secretos y la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana, NSA interceptaron los teléfonos de 125 altos funcionarios de Alemania occidental durante décadas. Tal como lo reveló WikiLeaks oportunamente, no fue una excepción sino un programa: cayeron en las escuchas el ex Canciller Helmut Kohl ( Socialcristiano, imprescindible aliado para la caída del Muro y la reunificación alemana); Gerhard Schroeder (de la Socialdemocracia, que gobernó de 1998 a 2002) y durante todo su mandato la Canciller Angela Merkel.

Lo mismo se reveló en 2012, ya con varios años en el gobierno del Demócrata Barack Obama, con respecto a una permanente intromisión en los teléfonos móviles y mails de los presidentes de México, Enrique Peña Nieto, y de la presidenta Dilma Rousseff, de Brasil.

Decenas de miles de millones de dólares por año dedicados a este ‘esfuerzo’.

Decía la Profesora Emérita de Harvard y Cambridge, Shoshana Zuboff en “Big other: surveillance capitalism” (ver Journal of Information Technology, 2015) que la Casa Blanca concluyó en 2014 que ‘el devenir tecnológico es claro: más y más data será generada por los individuos y quedará bajo el control de otros’.

Y agregaba: “la Big data (la hiper-información, para buscarle una traducción sencilla) no es una tecnología o un efecto de la tecnología, ni tampoco un proceso autónomo. Se origina en lo social y por eso está por encima de sus componentes: es una nueva forma de capitalismo informativo -en el sentido de que busca predecir y modificar el comportamiento humano, como un modo de producir ganancia y control del mercado”.

Google presentó en agosto 2018 un pedido de patente a la US Patent and Trademark Office para algo que ni el taylorismo ni el fordismo lograron en plenitud: un sistema en el que todo lo que un empleado hace en su computadora es monitoreado y cuantificado en ‘focus metrics’, y luego le ofrece automáticamente a los trabajadores una respuesta que los estimule a cambiar sus patrones de trabajo para maximizar su productividad, dejando al empleado en el umbral del despido si no modifica ‘todo lo que Google y el patrón saben’.

En un análisis que peca como mínimo de naif, por no decir que es una tontería positivista, el candidato a Doctor del Oxford Internet Institute, Carl J. Ohman dice con el máximo entusiasmo en un paper que publicó el 23 de abril “Por primera vez en la historia estamos ante la verdadera posibilidad de democratizar la historia. Finalmente tenemos un archivo (refiere a los 2000 millones de usuarios de Facebook) que nos abarca a todos, a escala planetaria”.

Facebook y Google (entre otros motores de la economía del conocimiento) dan servicios gratis y proveen información gratis a cambio de todo, no de nada. Se quedan con todo y lo comparten con brokers informativos y ante todo con las agencias nacionales de seguridad.

¿Por qué China y Rusia no querrían frenarlos y, a su manera y con sus herramientas, formar parte de ese club?

Darío Bursztyn – periodista y Sociólogo Universidad de Buenos Aires- Argentina – @DarioBursztyn

2 comentarios

  1. El futuro ya llego.
    Era de esperar que la data de cada individuo sea utilizado con fines varios, hasta del perfil como consumidor.
    Basta buscar un vuelo a un destino X, para que en el micro segundo te aparezcan ofertas de vuelo en tu propia casilla de mail. Ya esta armada la red. Y esto no es u detalle menor.

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