EL ASUNTO NO ES NI DILMA NI LULA

Hay una verdad cómoda y liviana que abona al orden establecido, tome el modo que tome. Y hay otra verdad, dolorosa, que revela los abismos en los cuales perdemos el equilibrio. Hay algo en juego, que es mucho más que Dilma, que el PT y que Lula. Que eliminen esas ‘piezas’ de mediación social-liberal y adopten una política de tabula rasa para transferir todo el peso de los ajustes externos al pueblo –independientemente de quien esté en la Presidencia- no implica acomodarnos con el menos malo o el menos desastroso. El punto es, con o sin impeachment, cómo debemos comportarnos al interior de una democracia virtual en la que los castigos impuestos a la población trabajadora son pre-estipulados, y en el mejor de los casos dosificados.

Si el vaciamiento político es el precio para quedarse en el gobierno o para ser gobierno, ¿no sería más consecuente, como sujeto colectivo, descubrirse fuera de él combatiendo al poder capitalista donde objetivamente se concentra e irradia? Tras el vaciamiento de la Presidencia y la tercerización de la política económica, ¿qué sentido tiene la defensa del ‘Estado de Derecho’? Cuando todo lo que le atraviesa al pueblo ya está delimitado o decidido, cuando el rayo de la gobernabilidad pasa a ser un asunto manejado por las finanzas, ¿qué puede haber sino simulación y placebo? Sería equivalente a esperar buenos modos en la mesa de una derecha rabiosa cuando se prepara para morder y despedazar el ya menguado cuerpo social de la Nación.

Pancarta manifestantes 13 de marzo 2016

La podredumbre del PT y de los gobiernos de Lula y de Dilma viene muy bien para esta agudización de la crisis sistémica, posibilitando que se oculte la rapiña y la canibalización, típicas de este ciclo económico mundial. La narrativa dominante sublima la dominación corrupta de los otros, los adversarios de antes pero en la práctica aliados leales de las fracciones dominantes desde 2002. El centro en la degradación moral de los políticos intenta disimular que estos fueron y son prostituidos cotidianamente por la propia dinámica concentradora del capital, y por su saña expropiadora. Funcionan con la absolución o relativización de reiterados crímenes de cartelización, con el fraude financiero, con la evasión de divisas y el lavado de dinero. Funcionan con todos los permisos para la captura privada de las compras estatales y con el encuadramiento oligopólico de la política de financiamiento público a largo plazo. Las operaciones más que sucias de nuestra pragmática burguesía quedan limpitas y relucientes cuando sus procedimientos son sacramentados con la firma de acuerdos de cesación, cambios de conducta y mecanismos similares.
Es redundante denunciar la corrupción frente a los manejos oligopólicos que requieren de gobiernos ad-hoc y gabinetes de emergencia. Apenas aparece la ilusión de que es posible pilotear el llamado ‘mercado’ desde adentro de él, ingresando en procesos de fusión por medio de fondos de pensión semi-estatales (junto con bancos y conglomerados aliados), se promueve o se derrumba sin piedad a los pequeños capitales, a masas de estatales, los bienes públicos, la territorialidad. Los espacios y la convivencia colectiva se reparten, así, como bienes transables y activos futuros de los agentes de Bolsa. Y entonces llegamos a un Estado social minimizado, en una agonía espectacular, por un lado, y a un Estado maximizado para subsidiar y guarecer las nuevas fronteras del mercado y los mayores márgenes de rentabilidad. Resultados primarios engordados para pagar a los acreedores de la deuda, y bienes y sectores públicos abiertos a la capitalización: ese es el acuerdo pétreo e intocable, la piedra angular de la democracia brasileña después de la consolidación de la liberalización financiera de los años 90.

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Fueron, entonces, las políticas neoliberales de privatización y desregulación las que limpiaron el terreno para institucionalizar la corrupción y la expansión del crimen organizado en el interior de las empresas estatales y de las agencias públicas responsables de regularlas.

La poliforme burguesía de Brasil nunca se ajustó a la ley: acható salarios, intensificó las jornadas de trabajo, sobornó a las autoridades fiscales, causó daños irreversibles a las comunidades locales y al medio ambiente. Ese es su modus operandi en todos los países periféricos con fronteras económicas abiertas y en expansión.

Si quien paga, manda; quien recibe, obedece. Si hubiera coherencia en el castigo no habría indulgencia para los corruptores ni se personalizaría la responsabilidad, como si acaso la organización empresarial como un todo no estuviese imbuida de una cultura criminal.

Los activos de esas empresas corruptas, tal como ocurre legalmente con las propiedades de los narcos o de los promotores del trabajo esclavo, deberían ser confiscadas y pasadas a la sociedad por intermedio de fondos autogestionados y cooperativas de trabajadores. ¿Cuáles son las fuerzas sociales que quieren y pueden llevar la transparencia y la moralidad a los negocios públicos y privados hasta las últimas consecuencias, sino los trabajadores?

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GOBERNABILIDAD Y ANTICIPACIONISMO A LA DERECHA

Después de más de una década de colaboracionismo y de bombardeo ilusionista con lo de la capacidad ‘inclusiva’ del capitalismo brasileño, lo que aprendimos sobre la naturaleza de una ‘sociedad competitiva’ es lento, doloroso y por tanto no se da espontáneamente.
Los mecanismos de transferencia de renta y patrimoniales que obtuvieron los oligopolios en el reciente acuerdo fueron automáticamente constitucionalizados. Cuanto peor, mejor para los capitales depredadores, porque siempre habrá una escala más aceptable que sea menos peor o que implique sacrificios sociales adicionales. DelFuera Levy llegamos a unNo Levy’. Sin más necesidad de interventores externos, se dio por cumplida la misión de profundizar el desfalco. La credibilidad concebida por y para los mercados no repara en recortar las jubilaciones de los trabajadores y achicar los pisos mínimos obligatorios para atender los gastos sociales. ¿Postergar para el futuro? Poco: todas las concesiones las quieren ahora y de una sola vez. Eso sería ‘ir y gobernar’ en la concepción de Delfim Netto, e ir más allá de los tucanos del PMDB: radicalizar y reglamentar la Ley de Responsabilidad Fiscal, entronizándola en la médula del aparato económico decisorio del Estado, y esa es la vía para quedarse con el poder. Ellos están un paso adelante en la financiarización del Estado, superando los límites de cualquier fracción de derecha. Anticipándose a sus exigencias futuras, haciendo de la agenda ultraliberal perdida una agenda pródiga, recibida voluntariamente por los segmentos que antes constituían el llamado ‘frente anti-neoliberal’.

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Nelson Barbosa, defensor neófito de medidas ultraliberales impulsa avanzar con reformas estructurales ‘del gasto público’. O sea, superávits primarios crecientes y plurianuales para generar déficit nominal cero, incrementando el negocio de la deuda pública. Tras eliminar las restricciones a las concesiones territoriales y sociales, el pre-sal incluido, Barbosa anuncia la Reforma Previsional y promete enterrar las últimas conquistas constitucionales, las bases mínimas de los gastos sociales obligatorios. Coloca un techo a los gastos presupuestarios y establece una fluctuación del superávit primario, siempre por encima de los eventuales aumentos de las partidas estatales. ¿Traducido? Gatillo para confiscar los excedentes y evitar nuevas partidas, todo en favor de los gastos financieros.

Ese corset voluntario expresa la intención del gobierno de un proceso de mutilación creciente de las ‘políticas domésticas’ como les gusta definir a los organismos internacionales a esos márgenes residuales de decisión que le quedan a los Estados nacionales. Una autoflagelación desintegradora de las dinámicas sociales: eso no tiene precio. La transferencia de poder y de la base social y nacional es el primer negocio, porque eso literalmente amplía los márgenes y las posibilidades de negocios hasta el infinito. Cualquier malabarismo está permitido para los negocios financieros ‘derivados’, así como el inmoral salvataje a los bancos y el fomento de las deudas que se alimentaron con el robo de los derechos y oportunidades igualadoras.
La crisis nos pone por delante opciones claras en torno a los padrones civilizatorios que fueron arrojados por la escalera. Y además quitaron las escaleras y bloquearon las salidas. Se vuelven solventes las cuentas públicas pero se volatilizan las conquistas sociales de generaciones precedentes y futuras. El sistema jubilatorio -y el sistema de seguridad social en que se inserta- son una herencia de décadas obtenida por las luchas de los trabajadores del campo y la ciudad que atravesaron dictaduras y que no se doblegaron frente al aperturismo extranjerizante de los años 90 ni a las políticas focalizadas y fragmentadoras tempranamente establecidas por los gobiernos de Lula y de Dilma. Cortar esos gastos y esos derechos sociales, resultantes de un determinado equilibrio de fuerzas, depende de borrar la memoria de esos derechos y de los procesos históricos que los originaron.

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 ​  LA POLARIZACIÓN QUE SÍ INTERESA

Las nuevas ofensivas de expropiación de fondos públicos y de servicios ​esenciales demuestra claramente la dirección que se sigue, independientemente de quién tiene el timón. Pareciera que la única meta es reducir la velocidad de las reformas que exige el mercado. Barbosa sobresalió durante la corta gestión de Levy como un posible garante de gradualidad en la implementación de las reformas privatistas y fiscalistas. Intentó en sus últimos movimientos destacarse por la ‘profundidad’ de esas reformas. Sin embargo, indiferentes a las oscilaciones del neokeynesianismo, las agencias calificadoras de riesgo, orquestadamente, castigaron al país por la ‘lentitud en el ajuste’ rebajando la calificación de la deuda soberana.

La orquestación también se percibe en el movimiento bursátil y en la cotización del dólar. Los llamado ‘mercados’ consideran que el impeachment destrabaría el problema en el Congreso y mejoraría las expectativas de los inversores. Se pudo ver que cuando aumentaron las operaciones que incriminan a Lula y las arremetidas contra Dilma, ​hubo una mayor unificación del campo conservador. Los frentes empresariales, mediáticos y militares pasaron a converger en el tiempo y en el espacio, como quedó claro en las manifestaciones ​​callejeras del 13 de marzo.

Manifesto anti-Dilma-AM (21)-1602                                                                                                 Antonio Moro/ Gazeta do Povo

No será en defensa de mantener a Dilma en el gobierno lo que ​dará base a la unidad del campo popular contra la avalancha neoliberal. La propia Dilma renunció a gobernar el primer día en que fue electa. Y tampoco la defensa de la inmunidad de Lula proporcionará una amplitud mayor que la del Frente Brasil Popular u otros frentes…de su ministerio en el gobierno de Dilma solo puede esperarse un parche, que resguardaría un pedazo a cambio de todo. No será sorpresivo verlo al propio Lula presentando una osada propuesta de reforma laboral para colocarlo como cacique nuevamente cerca del núcleo del capitalismo brasileño y global.

La polarización que nos interesa pasa de largo esta disputa interna. Debemos crear un arco de fuerzas que imponga una contraofensiva en torno a los temas que han unificado a la derecha y que la instalan como nuestro pasado, nuestro presente y no robará el futuro.

Precisamos una inyección maciza de democracia directa para salvar nuestro moribundo régimen legal. Un programa mínimo que debe ser objeto de un amplio debate y movilización. Que sea convocado un plebiscito nacional para que se discuta acerca del modelo de uso y de ​control de los recursos naturales (incluido el Pre-sal), y también sobre los caminos a tomar con el sistema de seguridad social y para el fortalecimiento de la Previsión pública. Para definir si será ajuste o ahorro fiscal, y acerca del sistema de la deuda, y de qué régimen de representación política y electoral conviene a los trabajadores y a la juventud del Brasil.

Luis Fernando Novoa Garzon es Sociólogo, Doctor en Planeamiento Urbano y Regional, y Profesor de la Universidad Federal de Rondonia.

 

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