MARIA FUX. ALABANZA DEL OTOÑO

En el otoño de 1942, María Fux hacía nacer la Danzaterapia.

75 años después la bailarina y maestra sigue trabajando, ¡a los 95 años!

Dice María. “Mirando un árbol, una hoja que se caía, desee hacer ese tipo de danza; y cuando traté de buscar música no la encontré. Entonces pregunte a la hoja del otoño, ¿para moverte precisabas música? No, necesitaba viento. Y empecé a buscar en los ritmos internos la posibilidad de mover mi danza y mi cuerpo”.

Inspirada por Isadora Duncan, intentó tomar clases con la mítica Martha Graham quien al verla bailar le dijo: “Eres una artista, no busques maestros fuera de ti. No tengas miedo de hacer danzas teatrales, eres actriz. Continúa hacia adentro de ti lo más que puedas. Vuelve a la Argentina y no esperes nada de maestros. Tu maestro es la vida».

“Soy una artista que, a través de un trabajo creativo, ha encontrado un método que logra cambios en la gente, mediante el movimiento. Lo único que hago es estimular las potencialidades que todos tienen. Yo nunca hablo de curar, sino de cambiar. Y cualquiera sea el tipo o gravedad de un problema, siempre habrá algo que se pueda modificar”.

Su método de danzaterapia es seguido en España (hay dos centros en Zaragoza y Madrid) y en Italia (Florencia, Milán y Trieste). Chile, Brasil, Cuba, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Inglaterra, Israel, Italia y la Unión Soviética han sido lugares de tránsito, de actuar, dar cursos, capacitaciones y homenajes.


“A través del movimiento se generan cambios que no son sólo físicos, sino que involucran activamente a nuestro cuerpo interno, muchas veces aislado, ignorado, con miedos o problemas tanto sensoriales como psíquicos”.



 

“Sabemos y aceptamos que el cuerpo ideal no existe, y nos vinculamos con el cuerpo expresivo, generoso, que cambia con el tiempo y con las emociones, que busca, que siente. Ese es el que nosotros trabajamos, aceptando los cambios del cuerpo físico, incorporando los límites, porque a medida que pasa el tiempo el cuerpo gana y pierde, reconociendo sus miedos y aceptándolos”.

“Todas las disciplinas corporales o gimnásticas que se valoran por los resultados físicos medibles e instantáneos no van más allá del momento, no llegan a la profundidad de una transformación y aceptación real, y su efecto (frecuentemente relacionado con la moda o la apariencia física externa) desaparece de inmediato, no pudiendo sostenerse a lo largo de toda la vida. No hay una valoración de la persona en su totalidad ni en su unicidad (su ser único), sino un molde que funciona como modelo a seguir, por imposición externa, aun a fuerza de quirófano, anabólicos o hábitos que conducen a la anorexia. Sin ir a los extremos de la negación del propio cuerpo, lo que quiero significar con esto es que el verdadero bienestar es una victoria que se conserva a lo largo de la vida y, por lo general, se hace contagiosa hacia nuestro cuerpo, hacia nuestro ánimo y también hacia los demás. , logrando cambios”.

«Cuando bailamos expresamos no sólo la belleza, sino también los miedos, la rabia, la angustia, el dolor. Cada uno de esos estados son personajes que viven dentro nuestro y que pugnan por salir con la misma intensidad con que nos resistimos, muchas veces, a dejarlos aflorar o, tal vez, reconocerlos como propios. Y es a través de la danza, más que de la palabra, que logran encontrar esa salida».♦♦

 

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