ALERTA: SABER QUÉ ES EL CRISPR

Merck, una empresa científica vinculada con la salud, la biofarmacéutica y materiales de alto rendimiento logró una patente que puede cambiarlo todo.


El 14 de junio de 2017 la Oficina Australiana de Patentes le concedió derechos de patente por el uso de la tecnología CRISPR en células eucariotas (como las de los mamíferos y plantas).

El 99% del planeta no sabe qué es el sistema CRISPR, ni qué está en riesgo. El Magister Scientiae en Metodología de la Investigación Pedro Cazes Camarero escribe para purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis


  • EL CRISPR ME CRISPA, EL GEN EGOISTA ME EXTINGUE

Hace centenares de millones de años, mucho antes de la existencia de los científicos humanos, los dinosaurios y hasta de las cucarachas, ya existían los estreptococos. Estos microbios tenían sus propios problemas: los virus, que eran (y son) parásitos de otros seres vivos, y contra los cuales las bacterias desarrollaron un primitivo pero eficaz sistema inmunitario. Los estreptococos cortan en pedacitos a los virus con la ayuda de una proteína que llamamos Cas9.

Las investigadoras Emmanuelle Charpentier, de la Universidad UMEA, y Jennifer Doudna, de la Universidad de California en Berkeley, descifraron junto a sus respectivos equipos la estrategia bacteriana y crearon un sistema que llamaron CRISPR (“repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas”, en la sigla en inglés: “Clustered regulary- Interespaced Short Palindromic Repeats”; ref. Jinek M, Doudna J, Charpentier E et al, 2012), inspirado en el empleo de Cas9, a fin de aplicarla artificialmente.

Para esa época, la ingeniería genética ya había desarrollado técnicas para cortar el ácido desoxirribonucleico (ADN, presente en los cromosomas de los seres vivos) con proteínas especiales (enzimas) pero eran técnicas poco precisas y sobre todo, específicas: una enzima distinta para cada corte. Eso era lento y caro. Sin embargo, la enzima Cas9 del estreptococo es inespecífica y puede seccionar cualquier ADN (de virus, bacterias, plantas o animales) en el sitio exacto que señale un trocito de ácido ribonucleico (ARN) escogido y sintetizado por el investigador, el cual se adhiere a la molécula de Cas9. El ARN señala, la Cas9 corta. Esto es rápido, barato y permite realizar preparaciones genéticas muy variadas, inimaginables hasta hoy. El sistema CRISPR también permite insertar con precisión un trozo de ADN en una secuencia elegida, de modo que puede modificar su código genético de acuerdo a los deseos del operador.

Numerosas empresas se constituyeron desde 2013 a fin de investigar y explotar este hallazgo, o comenzaron a acometer estudios en esa dirección: Edita Medicine, CRISPR Therapeutics, Sage Labs, Horizon Discovery Group, la recientemente publicitada Merck y cuatro decenas más.

Centenares de millones de dólares han sido invertidos en sólo cuatro años. Ello no es extraño, porque el nuevo procedimiento es capaz de producir rentables secuencias artificiales de ADN que codifican genes nuevos o modificados tanto en microorganismos, plantas y animales, como en células humanas. Este cambio en el genotipo de los seres vivos se refleja en modificaciones en el fenotipo: desde alteraciones bioquímicas sutiles hasta dramáticos cambios morfológicos y conductuales de los organismos afectados.

En principio, estas modificaciones podrían ser beneficiosas, curar enfermedades o interrumpir epidemias, pero no es difícil imaginarse el empleo del sistema CRISPR en emprendimientos más controversiales: la producción de armas biológicas y la modificación del genoma humano. Sabemos ya que las armas biológicas constituyen dispositivos de destrucción masiva de efectos atroces, pero la modificación del genoma humano constituye un objetivo tentador, rentable y de consecuencias muy graves e irreversibles.

  • ¿QUÉ PUEDE HACER EL SISTEMA CRISPR?

*puede potencialmente eliminar las enfermedades de origen genético,

*mejorar el sistema inmune humano, haciendo retroceder las infecciones,

*optimizar el metabolismo,

*crear nuevas capacidades, prolongar la vida, aumentar la inteligencia…

…pero también puede crear personas con aspectos, razas, conductas, especificidades bioquímicas, género, y otras incontables características, al gusto del operador. La propia base biológica de la identidad humana quedaría en entredicho. La escuela eugenista de fines del siglo XIX y comienzos del XX se planteó estos objetivos, retomados por los nazis en los años ’30 y ’40 de manera menos ingenua. El límite lo impuso sólo la pobre tecnología de la época. Actualmente, esa limitación ha sido superada. Ahora bien, aisladamente, alguna de las metas enunciadas puede parecer positiva. Pero la experiencia cultural y política de la humanidad nos advierte respecto del peligro del ejercicio de una omnipotencia tecnológica carente de límites.

Sin embargo, estas especulaciones resultan prematuras frente al sistema CRISPR solamente. Después de todo, por ahora (que se sepa) sólo está siendo aplicado a objetivos más modestos que la modificación del genoma humano (microbios, insectos y esas cosas). Y si ello finalmente ocurriera, el cambio efectuado únicamente alteraría el fenotipo de la descendencia directa del sujeto portador del genotipo alterado. La abrumadora mayoría de la humanidad no sería afectada.


  • EL SISTEMA CRISPR NO ESTÁ SOLO, Y ESO ES LO PEOR

Pero hay malas noticias. Otra estrategia potencialmente catastrófica se viene abriendo paso sin la publicidad obtenida por el sistema CRISPR: el empleo de “elementos genéticos egoístas” (selfish genetic elements, también denominados gene drives, literalmente “impulsos genéticos”).

El concepto de “gen egoísta” (selfish gene) fue popularizado por el libro de Richard Dawkins publicado en 1993 (Ref. Dawkins R, 1993). Dawkins describía a los seres vivos como un bullicioso conjunto de genes entrelazados y luchando entre sí para sobrevivir y reproducirse. Pero el término posee una historia más prolongada con un contenido diferente.

Allá por 1866, el monje Gregor Mendel descubrió las leyes convencionales de la herencia, que dictan que los descendientes tienen un 50 % de probabilidad de heredar un carácter genético de uno de sus padres. Posteriormente se asimiló cada carácter genético con un determinado gen. De acuerdo a la herencia mendeliana, no todos los descendientes heredarán el gen, por lo que la frecuencia del gen en las generaciones futuras será similar a la frecuencia del mismo en la generación de los padres.

En 1960 el entomólogo George Craig descubrió que en los mosquitos Aedes aegypti había un gen que se propagaba en la población del insecto con mucha más velocidad que la prevista en las leyes de Mendel (Ref. Craig et al, 1960). Después fueron hallados otros genes naturales con las mismas propiedades. Los “elementos genéticos egoístas” o “impulsos genéticos” (gene drives) fueron definidos oficialmente en los Estados Unidos, por una comisión gubernamental, como “sistemas de herencia sesgada en los que se mejora la capacidad de un elemento genético para pasar de un progenitor a su descendencia a través de la reproducción sexual”.

Los genes egoístas, o impulsos génicos, ocurren en la naturaleza a través de una variedad de mecanismos: “elementos transponibles”, el “arresto embrionario dominante del efecto materno” (MEDEA), y el “impulso meiótico”, entre otros.

Pero el emparejamiento de un rasgo deseado con un mecanismo ya existente de predominancia genética, es problemático. En 2003 y 2006 Austin Burt (Burt A, Trivers R, 2006) ya había propuesto algunos mecanismos para emplear ciertas enzimas animales y humanas, denominadas endonucleasas, a fin de orientar determinados genes egoístas para revertir enfermedades genéticas humanas.

Sin embargo, ello era insuficiente. Era necesario encontrar un mecanismo predecible destinado a causar un crecimiento preferencial de la población de los portadores del gen deseado. Entonces surgió CRISPR.

Entre 2013 y 2015, los biólogos usaron el sistema CRISPR/ Cas9 para editar el genoma de microorganismos, plantas, animales y humanos. Pero recién a comienzos de 2015 ambas técnicas, CRISPR y gene drive, se entrelazaron eficazmente: el equipo de George Church creó un gen egoísta para levaduras, y Valentin Gantz lo realizó en la mosca Drosophila melanogaster; poco después, otros equipos modificaron del mismo modo el genoma de distintas especies de mosquitos. Burt fijó como objetivo de esta línea de investigación “estimular las discusiones sobre si resulta deseable erradicar, o modificar genéticamente, ciertas especies”.

Si nos restringimos a estos limitados objetivos, el National Institutes of Health y la Fundación para el National Institutes of Health (FNIH), de los Estados Unidos, encargaron el año pasado (2016) una investigación a la Academia Nacional de Ciencias de ese país, respecto de si esas investigaciones “CRISPR-gene drive” son seguras, eficaces, y si sabemos suficiente como para emplearlas en el control de ciertas plagas, como los vectores de enfermedades transmisibles (por ejemplo, los mosquitos). También se preguntaron quién debería guiar y regular estos avances. El comité formado a tales efectos produjo una serie de recomendaciones bioéticas y metodológicas.

Sin embargo, no existe el más mínimo motivo para afirmar que la dupla “CRISPR- gene drive” se restringirá al uso propuesto por Austin Burt.

Esta combinación diabólica de técnicas no sólo es perfectamente capaz de producir cambios drásticos en el genoma de organismos inferiores (bacterias o invertebrados, lo cual de por sí conlleva una importante problemática) sino que nada impide que las modificaciones sean efectuadas en vertebrados, primates e incluso humanos. Lo garantiza la flexibilidad de la estrategia CRISPR. Pero, además, la estrategia del “gen egoísta” permitiría que estos cambios posibilitados por CRISPR/Cas9, útiles o caprichosos, prevalezcan en la totalidad de una especie como la nuestra, al cabo de algunas generaciones, extinguiendo toda variante no deseada (¡o siquiera protegida!).


  • DECIDE QUIEN PAGA. DECIDE QUIEN ELIGE. EL FANTASMA DE MENGELE

Con el CRISPR/Cas9 el libre albedrío, garantizado por la diversidad, quedaría reducido a los límites forzados impuestos por la voluntad del operador, a su vez a sueldo del estratega. Estratega que puede no ser otro que una empresa multinacional, decidida a obtener la rentabilidad máxima del avance científico-técnico, antes que sus competidoras la alcancen en esa desenfrenada carrera hacia el dominio de la vida.

El peligro del control biológico de la humanidad, imaginado por la ciencia-ficción y las ideologías reaccionarias que sueñan con la homogeneización sumisa de las mayorías respecto a unas autocracias superhumanas, se despliega concomitante con el control electrónico e informático. Eric Sadin, teórico de la subjetividad digital, advierte del advenimiento de una “industria de la vida” que ha surgido por el cruce entre la difusión de dispositivos de captura de información y la “inteligencia artificial” (ref. Sadin E, 2017).

Sadin describe el ejemplo de Google, empresa surgida como motor de búsqueda por Internet. Ahora Google ofrece además su plataforma de videos en línea (YouTube), su sistema operativo (Android), su servicio de cartografía (Google Maps), su departamento de investigación en salud (Calico), sobre educación (Google Educación), sobre redes (Google Fiber), sobre robótica (Boston Robotics), sobre urbanismo (Sidewalk Lab), sobre inteligencia artificial (tiene dos, Google Brain y Google DeepMind), sobre inversiones (CapitalG), y un laboratorio dedicado a proyectos audaces (Google X) que ha desarrollado vehículos autónomos. Google ha cambiado su nombre en 2015 (no casualmente, el mismo año en que se articularon CRISPR y el gen egoísta) y pasó a llamarse “Alphabet”.

Ese nombre debe tomarse literalmente, porque Google-Alphabet está determinada a apoderarse del alfabeto de la vida, dominando todos sus aspectos. Y Google-Alphabet constituye sólo la vanguardia de un ejército de aspirantes a la dominación digital. Ellos nos observan todo el tiempo.

De la computadora, del teléfono celular, del televisor y de los demás artefactos de la vida cotidiana, las empresas informáticas obtienen creciente información sobre las prácticas cotidianas de las personas.

Los protocolos inteligentes, en una red infinita de objetos corrientes, se encargan de ofrecernos una supuesta asistencia continua que aspira a guiar cada momento de la vida.

El tecno-liberalismo que siempre se monta en el libre albedrío, la libertad de empresa y varios etcétera hace converger así a CRISPR/Gene Drives con Google-Alphabet, el control biológico de nuestra vida y de nuestra descendencia (al punto de amenazar con la extinción lisa y llana de la especie humana para reemplazarla por otra a la medida del capitalismo post-fordista), con la omnisciencia digital sobre nuestros hábitos, deseos, e incluso sueños y pensamientos. CRISPR y Google constituyen la avanzada de un proceso que recién está comenzando, consistente en la mercantilización de los últimos recodos de autonomía conservados por nuestra civilización.

Esta empresa holística de dominación no deja de ofrecer su propio discurso totalizador, su propia ideología apologética. El Silicon Valley, capital informática del capitalismo post-fordista, hasta le puso nombre al desafío que enarbola: “There is no Alternative” (TINA, “no hay alternativa”). Quien rehúsa abrazarlo, afirman los sectores de poder, simplemente queda fuera del mundo.

La humanidad está a las puertas de una unidad de nuevo tipo, donde ha de convivir lo múltiple, la riqueza ilimitada del ser del “común”. El primer paso será el de refugiarnos en la intemperie, en la desnudez de la libertad. Rehusar la falsa protección de los protocolos “inteligentes” de los productos informáticos, que nos susurrarán al oído qué debemos hacer o desear. Rehusar la imaginaria seguridad de la aplicación masiva de las técnicas biológicas como CRISP y Gene Drives, que nos tientan con el blindaje final contra el sufrimiento físico e incluso la muerte.

Este “común” sólo puede funcionar, paradójicamente, en el seno de la conexión en tiempo real ofrecida por la red informática. Así que el remedio está en la enfermedad. La lógica digital niega la propiedad privada, la lógica de las empresas multinacionales que aspiran a utilizar para sus fines las maravillosas conquistas científicas y técnicas de nuestra época.

El océano digital, así como la manipulación genética y los demás avances del futuro inmediato, deberán ante todo ser expropiados para convertirse definitivamente en propiedad colectiva del “común”.♦♦


Referencias Bibliográficas
 Burt A, Trivers R. Genes in conflict: The Biology of Selfish Genetic Elements. Cambridge, MA: The Belknap Press of Harvard U. Press, 2006.
Craig GB, Hickey WA, Vandehey RC. An inherited male-producing factor in Aedes aegypti. Science, 1960; 132 (3443):1887-1889
Dawkins Richard, The Selfish Gene, Oxford University Press, 1993.
Jinek MChylinski KFonfara IHauer MDoudna JA, Charpentier E. “A programmable dual-RNA-guided DNA endonuclease in adaptive bacterial immunity”. Science. 2012 Aug 17; 337(6096):816-21.
Sadin E. La Humanidad Aumentada, Ed. Caja Negra, Buenos Aires, 2017.

 

3 comentarios

    1. Gracias Graciela. Es muy preocupante y sorprende que la comunidad científica y los especialistas en ética y bioética no hayan generado los debates necesarios.

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