¿60 MIL PALESTINOS EN PARAGUAY?

DESCLASIFICAN DOCUMENTOS SECRETOS ISRAELÍES, EN MEDIO DEL PLAN DE ANEXAR MÁS TERRITORIOS PALESTINOS, Y EL INÉDITO ACUERDO CON LOS EMIRATOS ÁRABES UNIDOS

51 años después, se confirmó que hubo un plan y un contrato con el dictador Alfredo Stroessner, para transferir masivamente a los palestinos de la Franja de Gaza a Paraguay.

En mayo de 1969, una reunión de Gabinete israelí aprobó secretamente ‘incentivar la emigración’ de 60 mil palestinos de los territorios que Israel conquistó en la Guerra de los Seis Días, en 1967.

El documento, dado a conocer el martes 11 de agosto de 2020, por el editor de Internacionales de Kan News, Eran Cicurel, da cuenta de los compromisos que asumía cada parte, incluyendo el financiamiento de los vuelos hacia Paraguay, el pago de 100 dólares de garantía por cada deportado palestino de la Franja de Gaza, y otros 33 dólares que embolsaba el gobierno de Asunción por cada persona que aceptara. El dictador garantizaría a los refugiados la residencia permanente y facilitaría los trámites para que, en cuatro años, lograran la ciudadanía.

En 1969, el paraguayo Alfredo Stroessner hacía 15 años que estaba en el poder: la dictadura más larga de la historia del continente, y era conocido por dar refugio a relevantes jerarcas nazis, entre ellos el médico criminal del Tercer Reich, Josef Mengele.

En apariencia, Stroessner tenía interés en la inmigración de los palestinos para contar con mano de obra para la agricultura. Aunque quien era en la época el Jefe del Mossad, Zvi Zamir, afirmó que la condición del jerarca sudamericano era que “esos árabes musulmanes no fueran comunistas”.



Kamal Cumsille, experto de la Universidad de Chile en Estudios Árabes y en migración árabe al subcontienente, dijo a The Daily Beast : “No hay duda de que Israel mantuvo una política hostil que apuntaba a que los palestinos se fueran”, pero afirmó que jamás hubo noticias de un acuerdo como el que puso a la luz Eran Cicurel.

CONQUISTA, EXPULSIÓN Y ¿ANEXIÓN?


No está claro cuántos palestinos emigraron a Paraguay en el breve plazo que el esquema estuvo vigente. El periodista de Kan News preguntó a las autoridades paraguayas, y afirmaron que finalmente fueron unas pocas docenas. 25 años después, en 2004, Meir Novik, comandante de policía involucrado en la operación, había dicho que “se trasladó a unas pocas docenas de palestinos”.

Por el contrario, Moshe Peer, el cónsul y Primer Secretario de la embajada israelí en Paraguay en 1970, afirmó en un reportaje, también en 2004, que habían migrado miles de palestinos al país gobernado por Stroessner.

La victoria militar sobre Egipto, Jordania, Siria e Irak en 1967 mantenía a los líderes israelíes en euforia, pero no sabían qué hacer con el millón de palestinos que quedaron bajo su poder territorial. Ben Gurión, sostiene el historiador Tom Segev, quería la mayor cantidad de tierra posible con la menor cantidad de árabes viviendo en ellas. Así lo sostiene Segev, experto israelí en estudiar la fundación del Estado de Israel, en el libro publicado en 2018 “A State at Any Cost” (Un Estado a Cualquier Precio, NdeT.). Según Tom Segev, el líder Ben Gurion no entendía por ‘máximo territorio’ toda la tierra. “En 1948 ordenó al ejército no extenderse a Jerusalén Este, la Franja Occidental y Gaza, no porque no tuviéramos la fuerza para conquistarla, lo que de hecho hicimos, sino porque muchos árabes vivían allí, y cada vez que surgía el tema de expandirse territorialmente, rechazaba hacerlo donde había mucha población árabe residiendo”.


Jerusalem – Foto: Thomas Coex

19 años después, la Primer Ministro Golda Meir seguía planteando el problema de los 300.000 palestinos que vivían en Gaza y sopesó negociar con Egipto o con Jordania, que gobernaba la Franja Occidental y Gaza…”no tienen a dónde girarse para pedir ayuda que no sea a nosotros”, dijo Meir en un reportaje.

Israel intentó mandarlos a Australia o a Brasil, pero no fructificó. Por eso, afirma el historiador Segev, el pacto con el dictador paraguayo fue uno más de una lista de intentos. “Fue, sin duda, un fracaso desde el punto de vista de la seguridad”, declaró por su parte el ex cónsul.

Esta revelación confirma los reclamos palestinos a Israel, que desde su nacimiento buscó sacar a los árabes nativos de las tierras que gobernaba.

Un agente del Mossad fue el encargado de acompañar a los emigrados, y les prometió que volvería en dos o tres semanas para ver cómo se acomodaban, pero no volvió jamás, afirma el periodista que reveló el pacto secreto.

Un año despues de aprobado el plan, el 4 de mayo de 1970, dos jóvenes palestinos armados, Khaled Derwish Kassab (de 21 años) y Talal al-Demasi (de 20 años) se abrieron paso en la embajada en Asunción con el propósito de matar al embajador, Benjamin Varon, pero terminaron disparando a Edna Peer, secretaria del Embajador, y esposa del cónsul. Un juzgado paraguayo, dos años después, condenó a ambos hombres identificados con la Organización para la Liberación de Palestina – OLP, a 13 años de cárcel.

Al cónsul Moshe Peer, cuya esposa murió en el ataque a la embajada en Asunción, lo obligaron a guardar secreto por 30 años.


En 2004, no obstante, en un reportaje que dio al diario Maariv, afirmó que él era el responsable del reasentamiento de los palestinos en Paraguay, y se lamentó de que no hubiera mayor seguridad para la embajada ‘sabiendo que un grupo como ese estaba yendo a Asunción’. De hecho, sólo tres semanas después de los disparos dentro de la embajada, Peer tuvo que rescatar a un agente del Mossad que había sido arrestado tras las quejas de los palestinos transferidos, que lo acusaban de haberlos abandonado sin dinero y sin trabajo.

Peer señaló que a los refugiados palestinos ‘les prometían que serían dueños de una tierra, y que Paraguay era la tierra prometida, que comenzaran a trabajar y que luego les llegaría el dinero. Al verse abandonados recurrieron a la Embajada, y en la furia, mataron a mi esposa. Mi familia fue víctima del plan de reasentamiento de los palestinos en Paraguay’, remarcó.



LA ANEXIÓN DE CISJORDANIA, LA PANDEMIA Y LA JUSTICIA


Anexión es una palabra tremenda. Desde tiempos históricos remotos, ‘anexar’ es tomar un territorio, por la violencia, y con el territorio a sus habitantes y sus bienes.

Sin embargo, las anexiones del siglo XX y XXI han incorporado una característica específica: anexar es quedarse con el territorio y los bienes, pero expulsar o exterminar a quienes lo habitaban.

En razón de eso, cualquier interpretación que se le dé a la palabra ‘anexión’ no puede pasar desapercibida a la vista y la conciencia de la Humanidad.

¿Qué particulares, especiales u oscuras razones hace que los Ministerios de Relaciones Exteriores de los países del Mercosur, incluida la Argentina, callen frente a la mera posibilidad de una anexión, por parte del Estado de Israel, de territorios palestinos?



En estos días en que una pandemia acecha al conjunto de la Humanidad, la anexión formal de una nueva porción del territorio de Palestina, el treinta por ciento de la región de Cisjordania, se mantiene suspendida, a punto de concretarse, o de postergarse, según sea la voluntad de las autoridades israelíes.

Resulta indispensable repasar el proceso, para entender que no se trata de un hecho más, sino que forma parte de una centenaria cadena de acciones que hoy permiten a sus autoridades proclamar ‘anexión’, sin que se frene el mundo. Porque en estas horas inciertas, el destino de 80.000 palestinas y palestinos se debate entre:

  • continuar habitando su territorio ancestral en calidad de pobladores bajo la autoridad de una potencia ocupante;
  • ser desplazados internos, forzados a huir de su hogar para reubicarse en otras regiones del suelo patrio;
  • ser expulsados y engrosar los campamentos de refugiados, junto a más de 6 millones de sus connacionales, en países vecinos;
  • o ser compulsivamente incorporados al Estado israelí, cuyo primer acto será desconocer su propia identidad nacional. Debemos recordar que el 18 de julio de 2018, a instancias del gobierno, la Knesset (Parlamento), por 65 votos a favor y 55 en contra, definió al Estado de Israel como “el Estado-Nación del pueblo judío” y reconoce “el derecho a ejercer la autodeterminación nacional exclusivamente al pueblo judío”.
  • Dicho de otro modo, los árabes no son más ciudadanos israelíes, o en tal caso, viven en el ‘apartheid’ como afirmó el diputado israelí-palestino Ayman Odeh al abandonar el recinto.

Es decir, que al bestial anacronismo de la ‘anexión’ se le suma el del nunca desaparecido ‘colonialismo’, pero en su versión siglo XXI. ¿Puede esto estar ocurriendo en medio de la pandemia en la que el mundo está confinando? ¿Cuánto más confinado está el pueblo palestino en sus territorios?

Aunque las cancillerías del Mercosur no lo admitan, se trata de la continuidad de un proyecto que comenzó hacia fines del siglo XIX y tuvo un hito fundamental en 1948, con la implantación de un ‘Estado de Israel’ en suelo de Palestina, luego con la ocupación total de esas tierras en 1967, y el incesante asentamiento de colonias ilegales.


Foto: AFP


¿POR QUÉ HAY QUE DESANDAR LA HISTORIA OFICIAL?


La colonización comenzó, según la historiografía israelí, en 1878, con la fundación de la colonia de Petaj Tikvá, y se intensificó tras el Congreso Sionista de 1905, cuando Palestina fue definida como el sitio para emplazar el Estado Judío. No obstante, fue la Declaración Balfour el texto que anticipó al actual Estado. En ese escrito de noviembre de 1917, el ministro de Relaciones Exteriores británico se dirigió al barón Lionel Walter Rothschild -y por su intermedio a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda-, comprometiendo el esfuerzo británico en la conformación de “un hogar nacional para el pueblo judío” en Palestina. Apenas un mes después, las fuerzas anglosajonas tomaron Jerusalén bajo la conducción del general Allenby, jefe de las fuerzas aliadas que controlaron la región, entonces bajo el Imperio Otomano.

Se iniciaban, de facto, y luego por delegación de la Sociedad de las Naciones, tres décadas de Mandato Británico. En ese lapso el movimiento sionista conformó sus instituciones y su base demográfica, favorecido por el amparo de una fuerza imperial que oprimía a la población nativa.

El Estado de Israel no resulta, entonces, como asume el relato oficial, un designio de la Resolución 181/47 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sino el producto de la conquista de Palestina. Porque la Resolución de la ONU sólo consistía en una Recomendación, sin carácter vinculante, y -por otra parte- nunca fue puesta a consideración de representación palestina alguna. Tampoco fue aceptada por el movimiento sionista, que dirigía una población minoritaria: en ese momento era usufructuario del 6% de la geografía local; le hubiera correspondido el 54%, según la Resolución sobre la que basa su legitimidad, pero se implantó sobre el 72% de la geografía palestina…para ello no cesó de anexar, y de expulsar a quienes la habitaban. Eso no es asunto discutible, es un dato. Esto, por otra parte, sin referir a las disposiciones que impedían la transferencia poblacional o la unión económica y aduanera entre el Estado Judío y el Estado Árabe, así denominados, sólo por citar algunas.

Aunque dicha normativa no resultara de cumplimiento obligatorio y no fuera respetada por las partes, las Naciones Unidas admitieron al Estado israelí en su seno un año después de su unilateral instauración, y luego, tras la primera guerra árabe-israelí, ratificando la conquista como fuente de derecho. ¡Qué violación rampante de la joven Carta Fundacional de la ONU!

Años más tarde, tras nuevas conflagraciones con Estados vecinos -Egipto, Siria, Jordania e Irak-, el Estado de Israel ocupó la totalidad de Palestina y se extendió hacia regiones de países contendientes, retirándose luego de unas y anexando otras, con aval de los Estados Unidos y sus principales aliados.

El incesante asentamiento de colonias ilegales conforma una red de realidades en el territorio. No se detiene, y pueden ser unidas integralmente al Estado de Israel.


Foto: THOMAS COEX/AFP/Getty Images)

Por todo esto es que un mandatario norteamericano puede proclamar, en enero 2020, que tiene ‘el plan del siglo’; y por ello puede el primer ministro israelí promover la constitución de Jerusalén como la capital del Estado de Israel, e invitar a que se trasladen allí las embajadas extranjeras, y por ello puede, también, anunciar más anexiones.

Porque lo referido se desarrolló durante décadas, ante la pasividad y/o la impotencia de la comunidad internacional, que ha consentido el incumplimiento de sus leyes y el estado de excepción permanente. No lo permite en otros sitios: sanciona, denuncia, proclama e incluso algunas coaliciones invaden. Aquí, callan.


Estos son los escenarios posibles de la anexión, según infografías-mapas realizados por la Cadena Al-Jazeera


SITUACIÓN HOY

PLAN TRUMP

PLAN ANEXIÓN ISRAEL 1

PLAN ANEXÓN ISRAEL – ENCLAVES

PLAN ANEXIÓN ISRAEL – VALLE JORDAN

En todo este tiempo, pese a las negociaciones de paz emprendidas a inicios de la década de los años noventa, y cuya máxima expresión fueron los Acuerdos de Oslo, los sucesivos gobiernos israelíes ejecutaron un proceso de colonización: implantación de población foránea y expulsión de nativos, utilizando métodos que configuran un genocidio progresivo, tal como lo define el prestigioso historiador israelí Ilan Pappé.

El llamado “Acuerdo del Siglo” del que habla Donald Trump y por el cual sonríe Netanyahu, es, entonces, la versión actualizada de la Declaración Balfour.



En estos momentos vuelven a ensombrecerse los cielos de la Tierra Santa, porque a la sistemática violación de sus derechos humanos, este pueblo en resistencia debe sumar las tinieblas de la pandemia.

El COVID-19 expone crudamente las desigualdades sociales en el planeta; pero también nos iguala en el temor ante su propagación masiva y sus catastróficas consecuencias. Enfrentar la pandemia es más difícil para unos colectivos sociales que para otros. Hay grupos que padecen una vulnerabilidad mayor, que antecede a la extensión de la epidemia y se empeora con ella. Estos sectores sobrellevan un sufrimiento injusto causado por la explotación capitalista y por los procesos sociales de segregación y exclusión, cualquiera fuera el motivo que active los dispositivos de la discriminación.

El autóctono pueblo de Palestina conforma uno de esos colectivos, porque padece, y resiste hace décadas a una catástrofe que implica la ocupación de su Patria, el destierro de la mitad de sus integrantes, el encarcelamiento y asesinato de miles de sus hijas e hijos, incluidos niños, y el intento de destrucción de su identidad nacional.


La Nakba palestina no es otra cosa que la contracara oculta del genocidio que sufrieron los europeos judíos a manos de los nazis.



¿Acaso la pandemia que paró toda la normalidad forjada por la Humanidad no permite pensar este proceso y generar una eficaz empatía hacia el pueblo palestino?

La pandemia evidencia la necesidad de crear nuevos modos de producir, de consumir y de convivir en nuestro planeta. Durante estos meses, no sin profundas contradicciones, hemos experimentado como Humanidad la necesidad de adaptarnos a nuevas formas de vida, atendiendo a la necesidad de preservar el bien común por sobre el individualismo del discurso civilizatorio neoliberal.

Por este minuto, está postergada la amenaza de anexión parcial de Cisjordania, pero si se llevara a cabo, la creación del Estado Palestino se tornará casi un imposible. En ese caso, su lucha se centraría en el reconocimiento de la “igualdad de los derechos básicos de israelíes y palestinos en un estado democrático entre el río Jordán y el mar Mediterráneo”.

Sobran ejemplos, por cierto, sea cual fuera la opción por la que el sionismo se defina, que nada bueno pueden esperar palestinas y palestinos de sus opresores.

No obstante, eso no significa que cualquier decisión resulte semejante: no es lo mismo si el pueblo palestino continúa siendo forzadamente agregado en el Estado de Israel (en el marco de un régimen de segregación y exclusión social), que si logra conformar un Estado, aunque sea en un muy limitado, atomizado y cercado territorio de su Patria Histórica.

Ambos escenarios parecen inalcanzables. No son justos ni ideales, pero tampoco similares.

Refugiados palestinos expulsados en 1948

Nakba- palestinos expulsados

La única certeza es que en un caso, en el otro, o ante la perpetuidad del status quo, el pueblo de Palestina perpetuará el vínculo indisoluble con su tierra y no desaparecerá.

Continuará su lucha desde el interior del Estado de Israel, desde su propio Estado (restringido o soberano), desde los territorios ocupados, desde los campos de refugiados y desde las comunidades diaspóricas.

El mandato ético que nos interpela como Humanidad no separa los necesarios nuevos modos de producir, de consumir y de convivir para el bien común, preservado de la voracidad y la explotación capitalista sobre personas y recursos naturales, de los territorios donde cada pueblo pueda mantener su asiento y desarrollar su modo de vida como haya elegido.

Solo entonces, entre muchos otros, pero especialmente el pueblo palestino, logrará Justicia.



Autor: Gabriel Sivinian, licenciado y profesor en Sociología (UBA), Coordinador de la Cátedra Libre de Estudios Palestinos “Edward Said” de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires

https://www.facebook.com/Catedra-de-Estudios-Palestinos-Edward-W-Said-1410718319190646/

5 comentarios

  1. Gracias por ENTERARNOS un poquito mas de la «cuestiòn» palestina… mucho màs que REBELDES ANARQUICOS QUE TIRAN PIEDRAS… el derecho elemental a la subsistencia con sus costumbres, cultura y T E R R I T O R I O… a un pueblo que, a màs de un milenio, es de allì… Nuevamente, Gracias PUROCHAMUYO.

    1. Gracias Gabriel por tu lectura. Efectivamente, cuando los jóvenes o una comunidad tiarn piedras contra los tanques, en cualquier geografía, hay que indagar qué pasó en ese lugar, porque no se llega porque sí a esa situación. El camino de la paz es trabajoso, pero hay que intentarlo. Gracias por divulgar nuestros contenidos

  2. Excelente exégesis de la la ocupación de Palestina, la expulsión y limpieza étnica de su pueblo originario. Las piedras también son necesarias para luchar contra la ocupación de los pueblos.

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